Adegas Lareu

Entrevista a Primitivo Lareu, Propietario de Adegas  Lareu

“Me siento satisfecho de continuar con el trabajo que empezó mi familia, de contribuir a que no se pierda esta tradición”

Primitivo Lareu no es un empresario al uso. Heredero de una bodega y una tradición, hace años decidió abandonar su trabajo para volver a las viñas, empaparse de la sabiduría de la tierra y “darle una vuelta” a lo que hasta ese momento era un negocio familiar. Hoy, su Sabatelius, un vino artesano, de autor, recibe premios y elogios por donde va. Para Primitivo, esto es un motivo de orgullo aunque asegura que la mejor recompensa es que la gente  que lo prueba, repite.  Con nombre de cónsul romano, el Sabatelius tiene tras de sí mucho trabajo y la pasión de un gallego que, como dirían los clásicos, tiene muy claro que la fortuna ayuda a los audaces (“Audentes fortuna iuvat”)

¿Cuándo nació Adegas Lareu?

La bodega  y los viñedos ya pertenecían a la familia,  lo que hice fue coger el testigo y seguir un poco con esa tradición, y dar un paso hacia adelante; entrar dentro de la Denominación de Origen y hacer unos vinos un poco más trabajados de lo que se habían hecho hasta ese momento. Antes era todo bastante más tradicional y, digamos, más doméstico ya que el objetivo era comercializar vino a granel. Mi intención era profesionalizar un poco esa tradición.

2Lareu02Ustedes le han dado mucha importancia al entorno y a la arquitectura de la  bodega. ¿De qué forma influye el continente en el contenido?

Aunque hay gente que lo pude plantear como un negocio, para mí hacer vino forma parte de una filosofía de vida. Me hice cargo del tema porque aunque trabajaba en algo que nada tenía que ver con este sector, siempre le estuve dando a vueltas a hacer otra cosa, a aprovechar algún recurso de la zona.  De repente, un día  me di cuenta de que esa otra cosa la tenía delante. La bodega para mí nunca ha  sido un trabajo, disfruto muchísimo, sobre todo en la parte de las viñas. Me encanta elaborar vino e intento hacer todo lo posible por tener unos buenos viñedos y una buena uva. A partir de ahí se pueden hacer muchas cosas, pero lo realmente importante es tener esa base de calidad. La viticultura es mi pasión. Hoy por ejemplo que era un día de mucho calor, yo estaba trabajando tan contento en las viñas… Cuando haces algo que te gusta, aunque sea duro, no representa demasiado esfuerzo.

Cepas de más de cincuenta años y plantaciones modernas… ¿El carácter de su vino lo ha conseguido aunando  tradición y modernidad?

No lo sé. Nosotros mantenemos los viñedos antiguos, los que ya eran de mi familia, y  adquirimos otros posteriormente. Sobre esos, intentamos rescatar las cepas antiguas que más nos interesaban. Y después, decidí plantar fincas que no tenían producción, que estaban abandonadas. Quizás sí haya una diferencia desde que empecé a ahora y es  que el vino  en general, me refiero no sólo a mí bodega sino en la Ribeira Sacra, ha mejorado mucho. Aquí hubo una reestructuración  y las cepas nuevas ya sabemos que no se expresan en toda su extensión. Hoy ya podemos decir que tanto mi vino, como el de otros de la zona, ya tienen sus años y están a pleno rendimiento a nivel de calidad. Cuando tenemos una plantación nueva, hasta el cuarto o quinto año no aprovechamos la cosecha, para que la cepa se incorpore.

¿Quizás ésta es la D.O. que más ha crecido en los últimos tiempos, no?

Creo que hay mucho por hacer, mucho que ya se ha hecho y mucho por dar a conocer lo que se está haciendo. Esta es una zona muy joven, en lo que se refiere a nivel global de cómo se entienden los vinos hoy en día, y hasta hace poco se mantuvo una forma de hacer vino muy tradicional. Hoy se le ha dado una vuelta a las cosas y lo que estoy observando es que la gente, por lo menos en nuestro caso es así,  está volviendo a lo mejor de la forma artesanal a la hora de tratar los viñedos. En el mercado del vino hay otras formas de producción, mucho más fáciles de trabajar que ésta, y aquí tenemos que competir con otra serie de cosas: con la calidad e incluso diferenciándonos a la hora de hacer las cosas. Volver hacia atrás, en vez de hacia adelante, pero en sentido positivo. Recuperar formas tradicionales porque al final tienes mejores resultados que con métodos más convencionales, no tan industriales. Es la única  forma de competir, ofrecer algo diferente. De esta forma  podremos hacer un hueco en el mercado.

¿De dónde viene el nombre de su vino, Sabatelius?

Sabatelius era un  nombre diferente y era el nombre del pueblo, Sabadelle. Su origen viene de un protector o un cónsul romano que estaba aquí en aquella época y dio el nombre a este  pueblo y a otros dos a lo largo del Miño,  uno en Ourense y otro en Portomarín. El origen es el nombre de este cónsul  que se llamaba Sabbatus y el diminutivo era Sabatelius.

¿Hábleme un pocos de sus vinos Sabatelius Mencía, Sabatelius Blanco, Ouvenza y del mencía envejecido en roble, cómo los definiría?

Del Ouvenza, hago muy poquito  y la práctica totalidad se va a un restaurante. Del Sabatelius mencía lo que puedo decir es que intentamos que sea  muy afrutado, que sea un vino que se deje beber, un vino dócil. La tendencia es ir hacia un vino que exprese más la viña, que no tenga mucha graduación y que no sean muy contundentes, ni muy duros. Nos interesa, en el caso del vino joven, que tenga un paso ligero, un paso agradable por el paladar. El de barrica, envejecido en roble, es un vino que va en otra línea, que tiene un poco más de graduación. A pesar de eso, también hemos buscado que sea un vino dócil, que no resulte pesado, ni contundente. Le damos seis meses en madera para que aún guarde  la fruta… En el blanco, mezclamos godello y treixadura, que resulta muy interesante y da lugar a un vino con una cierta mineralidad, muy fresco.

El lema de su página web es Pasión por el Vino. ¿Esa pasión ha aumentado con los años?

Pienso que siempre que sea posible la gente debería hacer lo que le gusta. Para eso hay que tener suerte, o buscarla. Yo me siento satisfecho de continuar con el trabajo que empezó mi familia, de contribuir a que no se pierda esta tradición que, por otro lado, a mí me encanta.

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¿Y qué piensa su familia del  giro que ha dado la bodega?

Me apoyan y les hace ilusión que esté ahí, que siga con lo que ellos empezaron. En el rural lo que siempre se escuchó fue lo de “tú no te dediques a esto, que es muy duro”, y cuando yo me hice cargo de la bodega, mis vecinos me decían que estaba loco, que eso era un trabajo muy duro. Y ya ves.

¿En qué países  han conseguido introducir su caldo?

Básicamente nuestro mercado es el gallego. Siempre hemos apostado por el mercado más cercano, aunque también trabajamos algo fuera, en Estados Unidos. Personalmente lo que siempre me ha interesado es el mercado gallego, es el que siempre ha consumido nuestros vinos, el que los sigue consumiendo y el que los consumirá en el futuro. El mercado estadounidense va a una velocidad tremenda, es cierto que prueban de todo pero hoy le gusta mucho tu vino y mañana otro. Aquí el mercado es mucho más estable, más fiel al producto que le gusta.

El interés por salir fuera también dependerá de la producción que tengan

Efectivamente, nuestra producción es pequeña y, aunque hagas alguna experiencia en el exterior, ahora mismo por ejemplo estoy negociando con una gente de Dinamarca, no hay que perder de vista la dimensión de cada uno. La idea es exportar cantidades pequeñas a gente que quiera una bodega singular, un vino artesanal. Aunque sigo pensando que el mejor mercado para Sabatelius es el mercado gallego.

¿Su vino ha recibido numerosos premios, cuál le hizo especial ilusión?

El Sabatelius envejecido en roble  acaba de recibir el Premio a Otras Añadas de la Ribeira Sacra, también llevó un premio en la Fiesta del Vino de Chantada. Todos los galardones  hacen ilusión, es cierto, pero para mí el mejor premio que existe es el que al consumidor le guste tu vino, que lo pruebe y quiera repetir. Hoy  se hacen grandes vinos y destacar entre todos es algo muy difícil, conseguirlo es todo un logro.