Bodegas Alán de Val

Joaquín Sánchez, propietario de Bodegas Alán de Val

“Valdeorras está preparada para hacer vinos criados en madera que estén a la altura de cualquier Rioja o Ribera”

 Seguro que cuando Joaquín Sánchez jugaba entre los viñedos y soñaba con ser periodista, no se hubiera podido imaginar lo que le depararía el futuro, o quizás sí. Amante de las cosas bien hechas y de los detalles, Joaquín forma junto con su hermano un gran equipo que ha hecho de Alan de Val un ejemplo de bodega que rompe moldes más allá de nuestras fronteras. La diferenciación y la diversificación son dos de las claves del éxito de esta empresa soñada y construida dentro de la Denominación de Origen Valdeorras

Provienen de una familia con larga tradición en el mundo del vino, ¿cuándo se decidieron a poner en marcha esta bodega?

Han sido muchas las generaciones de mi familia que se han dedicado al mundo del vino y al mundo del vivero. Después de la filosera, en Valdeorras hay una persona que es José Nuñez que establece un vivero, empieza a investigar y hay varias familias que montan varios viveros en Valdeorras y entre esas personas estaba mi bisabuela. Nosotros seríamos la cuarta generación en el mundo del vivero y paralelamente hacíamos vino para vender a granel hasta que en 1993 nos decidimos a poner en marcha la bodega. Empezamos en el bajo de la casa familiar y allí estuvimos hasta que en 2006 creamos esta bodega, en el término de Pedrazais. La experiencia previa nos sirvió de mucho y aquí seguimos con los Godello y los Mencía, que son los buques insignia de Valdeorras, pero empezamos también a hacer vinos de finca y a utilizar variedades autóctonas como Brancellao, Sousón y Caíño, y recuperar una variedad de nuestra infancia que era la Garnacha, que fue la que se trajo después de la filosera y era la uva que yo recordaba de toda la vida. Me vienen imágenes mías con cuatro años en la vendimia, en la venta del vino….

Dicen que es difícil embotellar el sabor de la tierra pero que a veces es posible, ¿cómo lo han conseguido ustedes?

Lo conseguimos con trabajo, esfuerzo y conocimiento. Siempre vi la necesidad de formarse en aquello en lo que estés involucrado. Yo estaba trabajando en otra cosa pero cuando decidimos poner en marcha la bodega, estudié Enología y a partir de ahí es donde empieza un poco la trayectoria de Alan de Val.

Alan de Val es una bodega grande en una Denominación de Origen pequeña, ¿qué tipo de apoyos reciben?

Desde el principio estamos en la Denominación de Origen, y al estar en una D.O. tienes unos deberes, unas obligaciones y también unos derechos. En las presentaciones que hay, vamos de la mano de la Denominación, esa es una de las ventajas, aunque siempre se echan de menos más cosas, más actividad y más promoción. La D.O. es pequeña y los recursos son limitados y eso es difícil.

Uno de los aspectos que mejor definen a esta bodega es su proyección internacional, ¿qué porcentaje ocupa hoy en día la exportación en Alán de Val?

Todavía pequeño, no supera el 20%. Ahora precisamente estamos entrando en Japón, con la garnacha tintorera, que como te decía es una ilusión personal, estamos también en Alemania, en Rusia, y hemos empezado a vender en Estados Unidos a través de un gallego que vive allí. Este es un trabajo a largo plazo, es complicado un poco el tema burocrático, da la impresión de que se han borrado fronteras, pero no es tan sencillo. Galicia es nuestro mercado natural, estamos bien situados en todas las provincias, también en Madrid, por mis circunstancias personales. Ahora mismo estamos intentando aumentar un poco la producción para poder llegar a más sitios.

¿Cuál es el objetivo en este aspecto?

Creo en la exportación, claro que sí, pero también creo en el mercado nacional y en el mercado más cercano. Muchas veces tendemos a descuidar el mercado más cercano y es el que mejor nos conoce, el que seguramente mejor nos entiende. En este sentido, y a través del enoturismo, nosotros intentamos traer a nuestros clientes para que nos conozcan “en directo”. Esto es un reflujo para que consuman nuestro vino allí donde estén. Creo mucho en este mercado, aunque evidentemente estaría muy bien aumentar nuestra cifra de exportación hasta un 30 o un 40%.

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Alan de Val cuenta con un gran número de vinos diferentes, ¿es difícil gestionar la producción?

No es nada fácil, la verdad, primero por logística y después por funcionamiento interno de la propia bodega ya que algunas producciones son de un millar de litros. Todo eso hay que gestionarlo a través de etiquetas, envases, depósitos… Es complicado pero nos metimos porque creíamos que podía funcionar bien y que había variedades y fincas con muchísimo potencial. En Alan de Val toda la uva que entra es de nuestras fincas o de viñedos alquilados, aquí no entra ninguna uva que nosotros no hayamos controlado. Para nosotros la calidad es importantísima, y el viñedo y la uva son las que te marcan la calidad del vino y necesitas saber qué tienes entre manos para poder gestionar bien la bodega.

Hablábamos de que la garnacha es una variedad que le trae muchos recuerdos, ¿y entre sus vinos hay alguno más personal?

Aparte del de Garnacha, que es un tema sentimental, me quedaría con el Pedrazáis Godello sobre Lías porque es un vino que empezamos a elaborar en la otra bodega y siempre marcó el camino. También es muy especial para mí el Castes Nobres, que es Brancellao, Sousón y Caíño. Cuando pruebo este vino y veo la capa que tiene, su brillo, todo en él me recuerda a los escritos de Álvaro Cunqueiro cuando hablaba de los vinos de Sousón, de Brencellao…

Esta bodega fue de las primeras en apostar firmemente por el enoturismo, ¿qué supone ahora mismo esta actividad para Alan de Val?

El enoturismo nos permite acercarnos a la gente, a que nuestros clientes conozcan este proyecto, vengan a la bodega y vean cómo trabajamos. La actividad que organizamos comprende una visita al viñedo, la visita a la bodega, una cata de todos nuestros vinos y, para terminar, una comida típica de la zona, que normalmente es la empanada de costillas. Por un lado, creemos que es una forma muy buena de difundir nuestros vinos, y por otra parte, es una fuente de ingresos.

¿De qué zonas proceden los visitantes?

De zonas en las que nuestros vinos están presentes, los conocen y les gustan. En las catas que damos siempre recalcamos el tema del enoturismo y les invitamos a venir, y parece que está funcionando porque cada vez tenemos más gente. Creo que lo que nos falta es apostar de forma decidida por la Ruta dos Viños de Valdeorras, un tema que ahora se está reactivando y que va a ser muy importante. Sería perfecto para las bodegas que pudiésemos vender un 10 o un 15% de nuestra producción “in situ” y eso lo han conseguido ya en una denominación parecida a la nuestra que es la del Priorato.

Otra forma de darse a conocer es a través de los premios, ustedes han recibido un buen número de galardones a lo largo de estos años

Ha habido varios y algunos siempre te hacen especial ilusión. Entre los últimos que hemos recibidos destacaría los de la Guía Peñín, por la repercusión que tienen, y las menciones de Luis Paadín, el autor de la Guía de Viños de Galicia.

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Tanto su hermano como usted ofrecen catas, gestionan las visitas a la bodega, ¿han notado un crecimiento del interés de los gallegos por el mundo del vino?

Creo que el interés que ha generado Alan de Val es precisamente por su diversificación, porque ha sabido llegar a diferentes consumidores. Nosotros no nos podemos quejar porque vendemos lo que producimos pero sería bueno que los gallegos consumiesen más vino de aquí. Creo sinceramente que Valdeorras está preparada para hacer vinos criados en madera que estén a la altura de cualquier Rioja o cualquier Ribera del Duero, por poner referencias conocidas en España. De hecho, el Mencía Barrica de la Viña de Pedrazais en Madrid alterna con Riojas de buenísima calidad. No debemos olvidar que Valdeorras tiene una climatología muy buena para los tintos.

¿Y este año como se ha presentado la cosecha?

Ha sido larga y complicada y el que no hubiera estado preparado, mal asunto. Sé, además, que en otras denominaciones de origen ha sido peor que en la nuestra. Nosotros conseguimos meter todo el Godello antes de las lluvias y después ha habido que ir gestionando el tiempo como venía, dando prioridad a la sanidad, a las maduraciones… Nos ha salvado tener el viñedo muy bien acondicionado a nivel de ventilación.

Y ya por último, ¿algún objetivo o deseo para el próximo año?

Queremos sacar un vino dulce de Garnacha Tintorera y tenemos en mente otros proyectos de los que aún no podemos hablar. El futuro siempre ilusiona.