Entrevista a Nacho Carretero, periodista y escritor

«Fariña es un tributo a esos periodistas que estuvieron a la altura cuando en Galicia casi nadie lo estaba»

 

El 21 de febrero de 2018, los medios de comunicación se hacían eco de la decisión de una jueza de Collado Villalba (Madrid) que ordenaba el secuestro cautelar de “Fariña”, el libro escrito por el periodista Nacho Carretero en el que relataba la historia del narcotráfico gallego. Esta decisión, sorprendente e inesperada, originó una ola de solidaridad y la compra masiva de ejemplares por parte de numerosas personas lo que facilitó la difusión del libro secuestrado. Meses después, la Audiencia de Madrid levantó el veto judicial, con el consiguiente alivio para todos. De esos días y de la profesión periodística nos habla Nacho Carretero en esta entrevista en la que también reivindica los tintos gallegos, de los que se declara admirador.

 

Vayamos al principio. ¿Siempre quiso ser periodista o la vocación le llegó más tarde?

Sé que la respuesta a esto suele ser que desde pequeño soñaba con ser periodista, pero la verdad es que en mi caso no fue así. No hubo una vocación hasta que casi me encontré siendo periodista. Digamos que en mi familia no hay precedentes, ni  antecedentes, nadie es periodista ni tiene una profesión cercana a la literatura. Pero sí es cierto que siempre me gustó escribir, desde pequeñito me recuerdo leyendo y escribiendo. Era el típico pesado que hacía sus redacciones y después quería leérselas a todo el mundo. Y cuando fui creciendo, canalicé toda esa inquietud en colaboraciones en fanzines y otras publicaciones. Al empezar con mis primeras prácticas de periodismo fue cuando me di cuenta de que era un camino que me gustaba, que me llenaba, y fue cuando realmente me sentí periodista, cuando ya lo era o casi.

¿Cuándo decidió que iba a escribir un libro sobre la historia del narcotráfico en Galicia y por qué en ese momento?

Bueno, no hubo una decisión en plan “lo voy a hacer”. Como cualquier gallego, crecí con esa realidad, rodeado de noticias que tenían que ver con el narcotráfico. En mi caso, como quien lo recibía era una persona a la que le gustaba leer y estar enterado, veía que en Galicia teníamos una historia muy interesante que era digna de contar. Así que más que con escribirla, soñaba con leerla, con que alguien la hiciera. Siempre he pensado que ojalá se escribieran libros del narco gallego de la misma forma que se hacían de la mafia en Italia. Y en Galicia pasaba al revés. En vez de explicar cultural y narrativamente esto, con los años yo veía que se hacía más y más grande el silencio. Como si fuera algo sólo del pasado que ya no ocurriese ahora. Así que cuando me vi preparado y tuve la oportunidad de llevar a cabo este proyecto, que en principio no tenía claro si sería un libro o una serie de reportajes, fue cuando di el paso y me salió la oportunidad de hacer “Fariña”.

 

¿Se encontró con muchas trabas a la hora de documentarse? 

Con bastantes. En Galicia a la mayoría de la gente le cuesta hablar, y sobre narcotráfico mucho más. En ese proceso también me di cuenta de que la gente sigue teniendo mucho miedo, sigue teniendo reparos, lo cual expone a las claras que estamos ante un tema que es presente, que no es pasado. Eso hizo que a muchas personas les costase prestar su testimonio, que fue algo que me sorprendió. De hecho, muchos de los testimonios que hay en el libro tuvieron que ser anónimos porque se negaban a aparecer con nombres y apellidos.

¿Hubo cosas que no publicó?

Sí. Bueno, pero eso no es nada especial. Ocurre en todos los trabajos periodísticos. Hubo cosas que me contaron “off the record” o información que me contaron para contextualizar la historia pero que me pidieron que no la publicara. También hubo información que tú tienes y que sabes casi seguro que es cierta pero que no puedes contrastar por lo que debes tomar la decisión de no publicarla. Mucha información se queda en el tintero pero te sirve para contextualizar, comprender o explicar las cosas desde la certeza.

El secuestro de un libro es algo muy serio pero con Fariña lo que consiguieron fue una ola de solidaridad para defenderlo. ¿Lo sintió así?

Sí, sin duda. Fue una reacción masiva y unánime de respaldo, de indignación y de incomprensión hacia la decisión judicial. Yo creo que esto también pasó porque en España, desde un punto de vista generacional, no estamos ni acostumbrados, ni dispuestos a permitir que se prohíban o se secuestren libros periodísticos. Y mucho menos sin una razón o argumento lógico, como quedó demostrado en el auto y en la desestimación final. No había razón jurídica, ni periodística, para tomar semejante medida, que fue un delirio judicial. Quizás por eso la gente se enfadó, no lo toleró y demostró su apoyo. Y, aunque parezca una frase hecha, la verdad es que el apoyo en un momento así se agradece un montón y te ayuda a seguir adelante en algo que es muy desagradable para cualquier periodista. Que prohíban tu trabajo es un mal trago como profesional.

De hecho, consiguieron lo contrario, se vendieron más libros que nunca de “Fariña”.

Creo que eso es inevitable. Si prohíbes algo en la era en la que todo es accesible, en la que hay más comunicación que nunca y todo llega a todo el mundo, la gente va a querer saber y le va a generar un interés. O, como mínimo, va a hacer que se hable mucho de ese tabú. Eso fue lo que le ocurrió a “Fariña” y no es incompatible el mal trago que pasé como periodista, que ojalá nunca hubiera tenido que pasar, con un aumento de ventas. Que, oye, tampoco somos tontos y bienvenido sea.

Elisa Lois, Felipe Suárez…. Muchas personas no saben que escribir sobre narcotráfico en los ochenta en Galicia era jugarse el tipo. ¿Fariña es también un homenaje a todos los compañeros de profesión que dieron la cara en ese momento?

Es un homenaje, es un tributo, es el reconocimiento a su trabajo, es una muestra de respeto. Todos ellos me ayudaron con el libro porque durante muchos años ellos fueron los que estuvieron a la altura cuando en Galicia casi nadie lo estaba. En una época en la que los políticos miraban para otro lado, en la que la corrupción en las fuerzas de seguridad era muy elevada y en que la sociedad gallega callaba, ellos informaban jugándose la vida. Y muchos a pesar de recibir amenazas. Ellos son la base de este trabajo, “Fariña”. Siempre lo digo: no destapa ninguna exclusiva, no cuenta nada que no se supiera, simplemente recoge todo aquel esfuerzo, localiza a los protagonistas de la historia para ponerlo en su voz y acerca esta historia  a una generación a la que le habían hecho creer que eso era pasado o estaba olvidado.

¿Hubo algún momento que temiera por su seguridad? 

No, nunca. Evidentemente, cuando escribes de un fenómeno criminal en presente, con gente que está activa, se te puede cruzar un temor por la cabeza, pero es pasajero. Nunca temí por mi integridad. Hay que ser honesto: el volumen de peligrosidad o de violencia que maneja la criminalidad organizada en Galicia no tiene nada que ver con otras mafias, de las que si hablas sabes que te vas a jugar la vida y vas a ser amenazado de muerte. En Galicia no ocurre eso. No es agradable, me consta que hay narcos que no están contentos. Siempre hay un riesgo, pero jamás sentí, ni siento, que me estuviera jugando la vida.

¿Lo del submarino de estos días en la Ría de Aldán le ha dado ideas?

Pues no (risas). Siempre digo que yo ya escribí lo que quería escribir. Tengo claro que no soy un periodista experto en narcotráfico y tampoco es mi intención serlo. Lo que me gusta es contar historias y, en su momento, lo que quise fue contar una historia muy importante de mi tierra, de Galicia. Creo que lo conseguí o, por lo menos, yo me sentí satisfecho con el trabajo realizado y pasé a otra historia. Digamos que yo ya cumplí con lo que quería hacer. Eso no significa que esté todo contado. Hay muchísimo trabajo, hay muchísimo que escribir y lo del narco-submarino creo que es el exponente de una nueva generación de narcotraficantes que demuestra a las claras que esta actividad sigue activa en Galicia. Queda mucho por contar y periodistas como Víctor Méndez, del Diario de Pontevedra, o Javier Romero, de La Voz de Galicia, siguen contándolo a día de hoy, informando. “Fariña” debería ser sólo uno de los muchos libros y trabajos que tendrían que existir sobre este fenómeno en Galicia.  

En la era del twitter, de las ediciones digitales, de la inmediatez, da la impresión de que sus libros son un homenaje a los reportajes de los periódicos de antes.

Creo que siempre ha sobrevivido el espacio en los medios para las grandes historias, más pausadas, con más recorrido. Pero son las historias menos reconocidas económicamente y a nivel de audiencia. Y que, además, exigen más medios para llevarlas a cabo. Pero siempre han estado ahí. Creo que ahora estamos superando esa fase de buscar la inmediatez sobre todo lo demás. Y los medios, por lo menos los grandes medios en España, se están dando cuenta de que es un arma de doble filo, que tiene un reverso. Que las redes sociales no son el enemigo sino una herramienta para servirse de ella y que hay que compatibilizar esa urgencia con las historias de largo recorrido. Los medios que tienen capacidad de hacerlo ya lo están haciendo y ven que funciona, y cada vez hay más espacio. Lo que se necesita es dinero, medios económicos para llevarlos a cabo, y el periodismo en España todavía se está recuperando de la crisis económica tan grave que ha padecido.

Tras el éxito del libro, llegó la serie y ahora la obra de teatro. ¿Las ha podido disfrutar como espectador?

Lo he intentado, pero al final, como también estoy inmerso en esos proyectos y formo parte de ellos, me absorben las ganas de que todo salga bien, la preocupación. Por supuesto, la obra la he disfrutado como espectador en el momento del estreno y he ido a más funciones, pero es un proceso en el que estás implicado y es difícil relajarte y disfrutarlo como un espectador más.

Y después de la locura que se desató con “Fariña”, de las firmas de libros, de las entrevistas, llegó la vuelta al trabajo. ¿Es fácil cambiar de chip de escritor de éxito a redactor de un periódico, aunque sea El País?

Bueno, es que ser redactor de El País es un éxito. Para mí ser reportero en este periódico es un privilegio. Y, además, haciendo el tipo de historias que quieren de mí y que yo quiero ofrecer, que son historias de largo recorrido. Es el objetivo que siempre tuve como periodista, es mi sueño. Nunca se me pasó por la cabeza esa idea de volver a la rutina a otro nivel. Al revés, creo que “Fariña” me ayudó a consolidar lo que yo realmente quería, que era ser reportero en un gran medio como es El País.

¿Cuánto tardó en embarcarse en su nuevo proyecto literario “En el corredor de la muerte”?

Es curioso porque en realidad esta es una historia que yo conocí incluso antes de empezar a trabajar en “Fariña”. A Pablo Ibar lo conozco en 2012, cuando yo todavía estaba trabajando en el diario Qué. Cuando supe de su historia y fui a verle en el corredor, ya tenía claro que algún día tenía que escribirla. Y aunque por el medio ocurrió “Fariña”, cuando llegó el momento de escribir “En el corredor de la muerte”, yo ya llevaba mucho tiempo detrás de esa historia.

¿Imagino que le habrán preguntado mucho si cree que Pablo Ibar es inocente, pero realmente eso era importante a la hora de escribir esta historia? 

No, yo no me pronuncio en ningún momento durante el libro. Para mí, lo importante era dar a conocer la historia, contar la realidad de una persona que está en el corredor y sigue encarcelado sin que ninguna prueba demuestre su culpabilidad de forma concluyente. A mí eso es lo que me resulta atractivo de esta historia y lo que la convierte en periodísticamente muy interesante. Eso es lo que me mueve. Si me preguntas personalmente, no es cuestión de creer, no es una cuestión de fe, ni de sensaciones. Es que en todos los años que llevo siguiendo e investigando esta historia, nunca encontré una prueba que demostrase de una forma clara y concluyente la culpabilidad de Pablo Ibar. Por lo tanto, si alguien está encarcelado sin una prueba concluyente, ya sea Pablo Ibar o cualquier otra persona, para mí es una injusticia.

Como buen gallego, entiendo que le gustará comer y beber. Como esta revista es sobre vinos y gastronomía no puedo evitar el preguntarle qué le parecen los vinos gallegos.

Has topado con alguien que no entiende mucho de vino, pero es verdad que en los últimos años sí que bebo más que antes. Y, lógicamente, cuando vuelvo a Galicia, me dedico a comer y a beber. Estoy descubriendo que más allá de los blancos, que son los que han dado fama a Galicia y me encantan, hay todo un mundo de tintos muy interesante por explotar. Parece que los tintos gallegos tienen mala fama, deben luchar aún contra cierto estigma, pero hay que conocerlos. Yo me llevo muy bien con Manuel Domínguez, que es el chef del restaurante Lúa en Madrid, y él es un gran defensor de los tintos gallegos y los promociona en su restaurante. Así que siempre que nos vemos y comemos juntos, me da a probar alguno y creo que tenemos tintos de primerísimo nivel, sin ser yo ningún experto. Creo que habría que reivindicarlos.

¿Cuál sería su maridaje perfecto?

No creo mucho en eso de blanco/pescado y tinto/carne. Así que, aunque soy muy carnívoro, disfruto mucho cuando voy a Galicia y como pescado. Por lo que te diría que un buen maridaje sería un tinto gallego y un buen rape. Sería feliz.

Y del Deportivo ya mejor ni pregunto, ¿no?

Del Deportivo mejor ni hablar. La verdad es que no hay mucho que decir, salvo darles ánimos. Mi generación de deportivistas, al menos, nunca habíamos visto algo así, un Depor tan mal. Creo que es el peor momento que esta generación de aficionados estamos contemplando y aún nos cuesta aceptar la situación. Pero estoy convencido de que hay un gran equipo y que son muy buenos como para estar ahí, que es una cuestión mental y en cuanto logren desbloquearse, van a ir para arriba. No me cabe duda de que esto es una pesadilla de la que despertaremos más temprano que tarde.