Pau Roca, Director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino

«Hace 40 años los vinos gallegos ya eran distintos y tenían un carácter propio»

El director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), el español Pau Roca, nos atendió por teléfono desde su despacho en París días después de la presentación  de la primera estimación mundial del vino para 2019. Un acto en el que destacó la “normalidad” de este año frente a un 2017 con una cosecha extremadamente baja y un 2018 que fue todo lo contrario. Con Roca hablamos de cambio climático, sostenibilidad y comercio, sobre todo de las relaciones con Estados Unidos, y también de Galicia. Una tierra que el director general de la OIV conoce muy bien ya que hizo el Servicio Militar entre Pontevedra y Coruña. De esa época, que define como muy feliz, recuerda los vinos y, sobre todo, la comida.

 

En breve cumplirá un año en el cargo de director general de la OIV. ¿Cuál es el balance de estos meses de trabajo al frente de la institución?

Han sido nueve meses y la verdad es que puedo decir que estoy muy feliz, estoy haciendo algo que me gusta mucho y es un gran reto para mí estar al servicio de un sector en el que llevo trabajando más de 30 años. Me siento muy realizado y creo que supone un hito en mi carrera profesional. Es el puesto más importante del mundo en el sector del vino y cualquier persona que haya trabajado por un largo periodo en este sector, forzosamente tiene que sentirse contento por haber llegado hasta aquí.

¿Qué papel tiene la Organización Internacional de la Viña y el Vino dentro del sector y cómo ha ido evolucionando su función en sus casi cien años de existencia?

La OIV empezó siendo una organización de defensa del vino, con unos planteamientos muy higienistas, es decir, el vino es la bebida más sana que existe, menos contaminada  y actualmente este planteamiento es muy difícil de defender porque ya no es un hecho diferencial, el vino no está solo. Sin embargo es un producto que requiere una atención especial, en cuanto a normativa y en cuanto a lo que es autenticidad e integridad del producto. Lo que hace esta organización es  escuchar las necesidades que tiene tanto el sector productor como los consumidores y transmitirlas a los estados miembros. ¿Y esto cómo se hace? Intentando tener normas y estándares del producto que sean  comunes para todos. Buscamos armonizar todo este trabajo con el fin de que no represente una traba para el comercio.

Debemos tener en cuenta  que a pesar de ser un sector  muy regulado, el vino es uno de los productos con mayor índice de internacionalización, la mitad de las botellas de vino atraviesan una frontera y el hecho de que esté sometido a mucha normativa no le impide estar en el todo el mundo. 

Es el primer español que ocupa el  puesto y sucede a un francés. ¿Además de los valores profesionales que tiene, y que han hecho que los representantes de los 47 Estados miembros confíen en usted, cree que en su nombramiento también ha influido  el peso de España en el mundo del vino?

Sí, naturalmente ha sido muy importante el peso de España como estado productor y que sea, además, el primer país del mundo en superficie. Es algo que pesa, indudablemente, y España reclamaba un puesto de nivel en esta organización, tenía ambición por este puesto. Luego ha habido que ganar unas elecciones y aquí también se ha hecho la labor necesaria para que yo como candidato pudiera ganar las elecciones. Ha sido una labor diplomática, de intercambios y de interés nacional, está claro. 

Estudió Ciencias Biológicas y ha trabajado en investigación de los ecosistemas marinos, de los que es un gran conocedor. ¿Cómo llegó al vino?

Por necesidad, porque en mi familia hacía falta a alguien que se ocupara en aquel momento de los negocios agrícolas y esa persona fui yo. Así que pasé de ocuparme de mi propia carrera como científico, dejando un trabajo de investigador, para meterme en un tema comercial en el sector del aceite de oliva y también de frutos secos. Y de ahí, pasar al mundo del vino  fue por un cazatalentos. Así que primero hubo un cambio por necesidades familiares, y más tarde se produjo otro cambio  que vino propiciado porque en los años 80,  coincidiendo con la adhesión de España a la Unión Europea, aprendí mucho sobre política agrícola común  y ese conocimiento fue relevante cuando buscaron a un nuevo secretario general para la organización  patronal del vino. Lo encontraron en el sector del aceite de oliva.

A finales de octubre se presentó en la sede de la OIV, en París, la primera estimación de la producción mundial de vino en 2019. ¿Cómo le ha ido este año al sector?

Este año tenemos una previsión de 163 millones de hectolitros, estamos en un 10% menos que el año pasado. Hay que tener en cuenta  que llevamos dos años atípicos, un  2017 con una cosecha extremadamente baja y un 2018 con una cosecha muy alta, así que este año es un poco el del regreso a la normalidad. 

Hablando de 2017,  en Galicia sufrimos en época de vendimia unos episodios climatológicos nada acordes con las fechas. ¿Están desde la OIV estudiando los fenómenos ligados al cambio climático?

Todo el Plan Estratégico de la OIV, que fue aprobado el día 18 de octubre por parte de una Asamblea General, ahonda en el fenómeno del cambio climático y en  la sostenibilidad. Necesitamos orientar toda la actividad del sector vitivinícola hacia la sostenibilidad  y esto me parece que es fundamental. Creo que el sector del vino va a reaccionar muy bien y tiene una gran oportunidad frente al cambio climático, pero hay que adaptarse, hay que hacer un esfuerzo, hay que invertir e innovar. Y  este sector tiene una gran capacidad de adaptación porque precisamente tiene una estructura económica, tanto  de empresas como de productores, muy fragmentada y eso le confiere mucha diversidad. Es una biodiversidad económica que le hace ser muy resiliente. Ese es uno de los valores que nos hacen ser adaptables al cambio climático pero es indudable que hay que hacer un gran esfuerzo  porque los operadores, los productores de uva, están en un entorno determinado, el suelo es muy importante, al igual que el clima.

Estamos hablando de  un sector que no es deslocalizable, está muy ligado al territorio, así que quizás lo que hay que hacer es adaptar las variedades al territorio en el que ya hemos comprobado que dan calidad, y luego está el factor humano, que es la variable más importante porque es ahí donde el hombre aporta el valor a ese producto tan maravilloso.

¿Hay algún país donde ya se esté notando más el efecto del calentamiento global?

En todos los países se está notando el efecto del cambio climático, lo que pasa es que no en todos este efecto es perjudicial. Hay zonas a las que este cambio puede favorecer con maduraciones más adelantadas, por ejemplo, pero hay otros en los que la uva pierde acidez o provoca factores dramáticos de sequía o de temperaturas extremas. Sudáfrica está sufriendo de forma muy considerable una sequía que ha sido muy perjudicial en los últimos dos años, y es  grave y hay que tenerlo en cuenta.  No obstante, hay muchas formas de adaptarse,  la gestión del agua es uno de los factores más regionalizados, no en todas partes es igual, y ahí hay que hacer un esfuerzo.

También hay que tener en cuenta  la genética de la vid, que es una planta maravillosa y que tiene una gran diversidad. La vid tiene ocultos muchos genes que pueden dar respuesta a algunas necesidades y que pueden ayudar  a hacer que la planta pueda ser más resistente a esas condiciones que están cambiando.

El vino también funciona por modas. ¿Qué tipo de vinos son los que demanda hoy en día el consumidor?

Los datos nos indican que el vino espumoso no es una moda, que su consumo sigue creciendo. Es una realidad constatada que cada año aumenta la tendencia expositiva de los espumosos de calidad. Después hay modas que pueden desaparecer pero que hasta que pasen más años no podemos decir que sean tendencia como  son los vinos rosados. Creo que estamos redescubriendo en determinados segmentos de consumo productos con altas exigencias de autenticidad, de variedades autóctonas. Lo que ya sabemos nos permite interpretar algunos signos de las tendencias entre consumidores, que es algo que hacen nuestros grupos de expertos.

En todo caso, hay una tendencia hacia un producto más íntegro, más cercano al viñedo, un producto en el que las correcciones en bodega hayan sido las mínimas. Y es una demanda  que el sector puede garantizar con sus productos. El vino tiene muchas posibilidades de responder a un consumidor muy exigente porque tanto el bodeguero como el viticultor tienen  tendencia a buscar la excelencia en todo lo que hacen. 

Uno de los problemas que afronta el sector es captar a los jóvenes, a esos nuevos consumidores que parece que se decantan más por otras bebidas. ¿Tienen algún estudio que apoye esta tendencia?

Estos son datos que se manejan más a nivel nacional y aunque se trabaja con ellos, no hay ninguna conclusión en general. Es cierto que, aunque hay distintos comportamientos por países, sí que hay una tendencia similar a que falta ese relevo generacional en los consumidores. Por otra parte, estamos hablando de un producto complejo, que se acerca a lo cultural y eso lo aleja de la bebida alcohólica, entra en otra esfera y eso es muy positivo. 

Estados Unidos ha anunciado estos días nuevos aranceles para el vino, también tenemos cerca la salida del Reino Unido de la UE… ¿Cómo afectan estas cosas al sector, son temas que competen a su organización?

El comercio internacional es uno de los objetivos de esta organización y por tanto cualquier alteración en este sentido  es objeto de atención y de preocupación por parte de la OIV. En especial, cuando se coge a este producto como rehén de una situación comercial que es completamente ajena al sector, como ha sucedido en el caso de EEUU. Es un tema que tanto el sector del vino europeo como el norteamericano deploramos, no se puede coger a este producto como moneda de cambio para resolver diferencias comerciales  en una guerra en la que no somos ni el origen, ni tenemos nada que ver.  Es una situación deplorable, que va a producir todo tipo de distorsiones sobre el comercio normal y regular, en el que tiene que prevalecer la libertad, la transparencia y unas reglas de juego comunes.

¿Desde una perspectiva internacional como la que le aporta su cargo, qué tal lo están haciendo los elaboradores españoles?

Yo creo que muy bien, aunque qué le voy a decir yo. 

Dicen que nuestro vino es muy bueno pero que nos falta saber vendernos bien 

Sí, hay algo de verdad en eso y no sólo con el vino, también nos pasa con otros productos.

¿Conoce Galicia?

Bastante bien, hice la mili en Figueirido (Pontevedra) y luego estuve en A Coruña. Aproveché muchísimo mis permisos y mi tiempo libre para conocer muy bien Galicia, fue una época muy feliz.

¿Y qué opinión tiene de los vinos gallegos?

Creo que han mejorado muchísimo. Ya hace 40 años los vinos gallegos eran distintos y tenían un carácter propio, circulaban muchas veces a granel, por ejemplo y no eran las mejores condiciones para darle valor añadido, pero ya eran buenos en ese tiempo  y se adaptaban muy bien a la gastronomía local. Ahora tenemos grandes vinos en Galicia, las empresas han invertido mucho y lo están haciendo muy bien. Es una zona que me gusta mucho.