Desde Edimburgo, Miguel Crunia, les manda un mensaje a los miembros de nuestros Consejos Reguladores.
‘Se bebes viño, mira de gastar un chisco máis e beber ben’
Quería empezar hoy con esta frase de mi abuelo, con la que crecí en casa. No me la decía a mí, era demasiado pequeño para saber que me iba a dedicar a esto, pero sí que el eco de sus palabras resonaba años después a través de los consejos de mis padres. Él timoneaba las ya desaparecidas bodegas Alonso en A Coruña (cerquita a la plaza Pontevedra) y sabía de primera mano lo que significaba beber vinos ‘llenos de química‘. No era un consejo esnobista, si no uno hedonista, enfocado al placer desde un punto de vista saludable.
De esto va hoy el tema, de precios. De si de verdad compensa lo que estamos gastando por la calidad del vino que compramos y, el por qué el precio de nuestros vinos en Reino Unido puede ser una de las claves para posicionarnos como una de las regiones clásicas del futuro.
La guerra de precios que se ha asentado en nuestras superficies comerciales es lo que se ha posicionado en la mente del consumidor como la referencia de lo que hay que pagar por una ‘Treixadura del Ribeiro’, un ‘Godello de Valdeorras’, o un ‘Albariño de las Rías Baixas’. Precios que respaldan una ‘tipicidad de bodega’ (manufacturada e industrializada); porque no nos olvidemos que la calidad de un vino, nacer, nace en el viñedo. En la bodega sólo se puede traducir esa calidad en un vino que nos hable de donde proviene (guiado por la energía del viticultor), pero nunca podremos crear la calidad en bodega (sino más bien corregir y modificar cosas siguiendo una receta para tener un producto más o menos agradable).
Este juego muchas veces asfixia a los productores focalizados en producir calidad quienes se ven obligados a entrar en una vorágine de precios a la baja para poder dar salida a sus productos (porque, si no, ni cliente final ni hosteleros se lo compran) y darse a conocer en un mercado que impone las reglas.
Yo llevo trabajando 12 años con las referencias en precio de lo que pasa en Reino Unido, aceptándolas como algo natural cuando son precios que escandalizan (y no sin razón) a los turistas españoles cuando ven lo que les toca pagar aquí por algunas de las botellas que consumen con asiduidad en España.
La inflación es considerable. Os explico. Al precio por botella hay que sumarle la logística de transporte desde el país de origen hasta el de destino (dependiendo de cuánto volumen se transporte, esto te puede encarecer el precio por botella en unos 50 céntimos de euro o más), la renta mensual de tener el vino almacenado en bond, las duties (una tasa que te encarece otras £2.67 libras más por botella), el IVA (que aquí es del 20%), el margen del distribuidor (que gira en torno al 20/25% ), el coste de tener el vino en el almacén y, ya por último, el margen de venta al público sobre el precio de distribuidor en tienda (un 30/35%) o en restaurante (un 70% o más dependiendo de la naturaleza del local).
Todo lo anterior hace que una botella de, pongamos como ejemplo práctico, el vinazo de entrada que hace Eulogio Pomares en Zárate (que lo puedes encontrar en una tienda online en España por unos 15,50 euros) lo vaya a comprar un profesional en Reino Unido a £15.90 (precio de importador) para vendértelo por unas £28 en tienda y unas £70 en restaurante.
Donde muchos ven una jodienda bastante seria yo veo una oportunidad.
En lugar de quejarnos, se nos tendría que hinchar el pecho de orgullo. Ver como el consumidor británico bebe vinos gallegos, los valora y repite, a pesar de que los precios de algunas de nuestras referencias se acerquen a las 3 cifras, quiere decir que encuentran una gran calidad-precio en ellos. Cosa que no debemos de tomar a la ligera ya que el paladar del bebedor británico algo entiende de vinos.
No sé si los consejos reguladores que están a los mandos de nuestras denominaciones de origen llegan a ser plenamente conscientes de esto. Seguramente no, viendo cómo trabajan cuando se llevan a cabo acciones promocionales en las islas. Yo mismo he tenido la posibilidad de impartir catas para algunas de nuestras DOs, por eso me genera cierta tristeza el ver como seguimos centrando todos nuestros esfuerzos en lanzar al mundo un mensaje anticuado, para nada progresista, que no pinta nuestra realidad vitivinícola actual y que viene sonando en loop desde hace 15 años.
Ya que la distancia me permite ser objetivo y no tener miedo a represalias y amenazas varias (porque habelas hailas, lo de la libre expresión en este mundillo a veces no gusta mucho a según quien); permítanme que me ponga algo serio y tire de sarcasmo porque me da la risa que, desde los consejos reguladores, se culpe a los pequeños de no querer participar en eventos promocionales en el extranjero. ‘No vamos todos a una, van a su bola’, ‘no les interesa’ te dicen.
Reconozcan que son ustedes quienes no quieren darles voz porque no compensa pintar un panorama realista e inclusivo en el que se le dé voz a todos por igual (grandes y pequeños, porque esto no se trata de una lucha David contra Goliath). Es puro pánico escénico y proteccionismo de la poltrona en la que llevan ustedes sentados tantos años.
Proteccionismo porque todos sabemos que los pequeños no producen tanto como las grandes bodegas por lo que el gasto que realizan en comprar las tirillas con el sello de la DO es mínimo e irrisorio en confronte con lo que gastan las grandes.
Y pánico escénico porque las bodegas artesanales suelen ser voces disonantes. Voces que piden un cambio. Voces que elaboran vinos que rompen con la falsa tipicidad de laboratorio pre-establecida. Voces que abren debates. Voces, que les guste o no a estos consejos, producen vinos que sostienen la reputación de las DOs sobre sus hombros y, esto, puede dejar en ridículo la calidad mediocre de los vinos industrializados que tanto promocionanrepercutiendo negativamente en sus ventas.
Es por eso que seguimos encasillados en mostrar vinos técnicos que den a conocer lo que es una variedad. Por favor, dejen ya de lado esa mentalidad casposa y empiecen a trabajar seriamente, con una actitud proactiva y adaptada a la situación en la que se encuentra nuestro sector vitivinícola para poder posicionar Galicia en el pináculo de la viticultura mundial.
El mundo no necesita conocer nuestras variedades porque, sorpresa sorpresa, ya se conocen, gustan y se valoran en las grandes cartas de vino y tiendas especializadas. Lo que tienen ustedes que hacer es empezar a premiar los vinos que se hacen en viñedo y sostener su calidad desarrollando nuevas reglas que justifiquen los precios de los que hablaba con anterioridad. Si no, se les saldrá la gente de la DO o se embotellarán más vinos sin su sello, porque, al consumidor, al menos en el Reino Unido, eso cada vez le importa menos. Es la realidad. Se prima la calidad y el valor añadido (historias personales, paisajes, variedades, diversidad en estilos, diversas maneras de interpretar en bodega, etc.).
Se lo traduzco por si todavía no han entendido por dónde van los tiros: Abran ustedes de una vez el melón de la zonificación. Sumilleres, viñateros y consumidores estamos listos para ello (desde hace mucho tiempo además).
No tiene por qué ser tan difícil. No se trata de destruir lo que ya hay para empezar de cero. No, se puede empezar con las bases pre-establecidas (zonas y sub-zonas) para construir sobre ellas. Empecemos a hablar de concellos y parroquias para, algún día, poder clasificar nuestros viñedos con criterio y objetividad. Y que le den por saco a las envidias ajenas (si no tienes un viñedo mejor que el de tu vecino, no hubieses plantado donde no se tiene que plantar, o hubieses buscado la calidad desde el primer minuto). Hay que premiar la calidad de nuestros suelos, tener en cuenta la edad de viñedos, la relevancia histórica de cada una de las plantaciones, premiar el uso de nuestras castes, limitar los rendimientos por cepa, hablar de viticultura sostenible y, así, dejar que la tipicidad sea algo más que una mera receta de laboratorio.
Así que, por favor, déjense ya de pensar sólo en chupar del bote, desempolven sus despachos y pónganse manos a la obra. De hecho, el próximo viernes 26 de Octubre, la Asociación de Colleiteiros do Ribeiro organiza unas jornadas para debatir sobre la zonificación en el Museo Galego do Viño en Ribadavia. Desde aquí invito a los señores miembros de los Consejos Reguladores a que se pasasen a escuchar las ponencias como un primer paso para ponerse en marcha. Será interesante ver cuantos se pasan; eso nos dirá mucho de su compromiso que tienen para con el futuro de la viticultura en Galicia.
Director en Fìon
#7 en el Top 50 Sommeliers in the UK 2024
Autor del blog Atlantic Sommelier