En la D.O Bierzo, se integran sus 10 municipios en el Consejo Regulador de la Comarca como zonas vinícolas, entre los que se encuentran Benuza, Berlanga del Bierzo, Fabero, Folgoso de la Ribera, Igüeña, Oencia, Sobrado, Toreno, Torre del Bierzo y Trabadelo; la acepción de dos nuevas variedades de uva (Merenzao y Estaladiña) y la elaboración del tradicional vino clarete, así como la posibilidad de elaborar monovarietales de Garnacha Tintorera.
En 2024, se comercializaron 253.136 botellas de vinos de paraje, pertenecientes a 52 parajes y 36 bodegas diferentes. Profundizamos con Carmen es este modelo, que bebe directamente de otros grandes de Europa, como Borgoña.
¿Cómo se hizo esta clasificación?
Aquí era una tradición hacer la elaboración de los vinos por parajes. Las personas en los pueblos ya tenían reconocidos aquellos parajes, aquellas zonas donde salían mejores vinos, y desde siempre esa uva se elaboraba por separado y hacían el vino especial para su casa. Cuando empezó a profesionalizarse un poco el sector, las bodegas de determinados parajes seguían haciendo el vino y al final de lo que se trataba era de regularlo un poco, porque era una tradición. Cada vez la gente quiere conocer más de todo, de dónde viene la uva, qué características tiene el suelo… quiere saber mucho más, entonces vimos un poco la necesidad de regularlo para dar credibilidad a lo que luego la gente contaba y ponía en las etiquetas de los vinos y así fue como empezamos.
En el año 2014 hubo elecciones aquí en la denominación de origen y como teníamos que cambiar el pliego de condiciones porque había que cambiarlo para adaptarlo a la nueva legislación europea, ya aprovechamos y empezamos a trabajar a principios del año 2015 en la clasificación. Hicimos un grupo de trabajo de unas 15 personas y contratamos unas facilitadoras que nos ayudaron pues a dirigir esas sesiones ‘de dónde venimos, a dónde vamos, qué es lo que queremos hacer, cómo queremos que sea el futuro de la denominación de origen…’. Fuimos ordenando ideas y empezamos a trabajar primero en el pliego y luego pues en la identificación de los parajes, porque una de las cosas que nos decía la Junta de Castilla y León, era que para poder hacer esto tendríamos que tener identificados todos los parajes. Contratamos entonces a una compañera que se llama Ana, experta en sistemas de identificación geográfica, y empezamos a llamar a viticultores para que identificasen cada uno de los parajes. En nuestra zona tenemos la denominación de origen, tenemos los municipios y los municipios están divididos en pedanías, y las villas pueden ser o el municipio completo o la pedanía, lo que era más difícil era identificar los parajes. Teníamos impresos los planos de todos los municipios en papel, los teníamos en A3 y los fuimos pegando, los fuimos componiendo, entonces venían y nos iban diciendo ‘pues mira, el Castro llega hasta aquí, hasta este camino’. Lo hicimos a mano y Ana fue la que llevó, georreferenció cada una de las parcelas que componían los parajes.
Es decir, un paraje puede abarcar distintas villas e incluso distintas pedanías.
Por ejemplo, el Rapolao, que es uno de los parajes más famosos, pertenece a dos municipios y a dos pedanías diferentes: Valtuille de abajo, pertenece al municipio de Villafranca del Bierzo y Villadecanes, que pertenece al municipio de Toral de los Vados. El campo no sabe de divisiones administrativas. Esa zona determinada que tiene un tipo de suelo, que tiene unas orientaciones diferentes de otros parajes que se encuentran situados al lado o muy cerca, van a dar unas características al vino que hacen que sean diferentes. Este es el gran ejemplo de la clasificación de los viñedos, porque aquí tenemos nueve o diez vinos que todo es un Rapolao, porque vienen de la misma zona, pero que elaboran diferentes productores.
El Rapolao es una marca que tiene registrada Raúl Pérez, él hace su vino del Rapolao, de parcelas que están situadas en el Rapolao, pero también Castro Ventosa, César Márquez, Diego Magaña… hay otros productores que también tienen parcelas allí, que las elaboran y las vinifican por separado y llevan el nombre del paraje.
¿Y cuántos parajes hay ahora mismo?
No los tenemos contados, hay muchos más que vinos. Hay 73 bodegas en la D.O y 33 elaboran vinos de paraje, que sería como un 40-45% de las bodegas. Tenemos identificados todos los parajes que hay, donde hay viñedo, pero sin embargo no hay vino de todos los parajes que tenemos identificados.
¿Cuáles son las ventajas de este modelo que pone en valor la calidad del vino?
Fomenta lo primero, poner en valor el viñedo, poner en valor los pueblos, poner en valor el precio de las uvas. Aquí todavía sigue habiendo abandono y lo que se pretende es mantener las viñas viejas, todo ese patrimonio que tenemos y que sea rentable el cultivo de esas viñas viejas, para generar riqueza en lo que es en todo el entorno de los pueblos y para que la gente viera rentable cultivar el viñedo viejo y poder elaborar vinos de gran calidad y para mantener el patrimonio vitivinícola que tenemos en la zona. Sobre el 75% de nuestros viñedos son viñas viejas que tienen más de 80 años. Y luego también tenemos muchísimo minifundio, que al final es una coyuntura un poco complicada y es una pena que se pierda todo este patrimonio que tenemos.
Luego, aparte, son vinos de gran calidad: los vinos que salen con esta clasificación ya son vinos que tradicionalmente la gente ha ido elaborando año tras año y está demostrado que son grandes vinos. Y se trata de conseguir también un mejor precio por el vino, pues al final es una cadena que se retroalimenta.
Empezasteis a trabajar en los parajes en 2015, han pasado 10 años, ¿qué se ha conseguido?
Empezamos en 2015, pero hasta el 2018 no lo aprobamos. Las primeras elaboraciones se hicieron en 2017, ya se controló desde el Consejo Regulador para que luego, cuando salieran al mercado, una vez que estuviera el pliego de condiciones vigente y ya tuviéramos regulado el uso de la clasificación.
La verdad, creo que ha sido todo un éxito. El 45% de las bodegas elaboran vinos de paraje, el 30% de las bodegas hacen vinos de villa. Hemos sido un referente en la clasificación en España, fuimos la primera denominación de origen que tuvo aprobado un pliego de condiciones que tuvieran en cuenta las unidades geográficas menores.
¿Cualquier denominación de origen podría sumarse a este modelo, o tendría que tener unas características históricas, culturales, sociológicas concretas?
No creo que pueda ser extrapolable a cualquier denominación de origen. Yo creo que las denominaciones de origen tendrán que mirar hacia adentro, cómo es su estructura, cuáles son las tradiciones, cuál es la cultura de cada zona y adaptarlo a sus características.
Las denominaciones de origen al final tienen una tradición y la definición de denominación de origen te habla que tiene que haber un vínculo con la zona, con el territorio del vino. Nosotros, evidentemente, tenemos aquí implantado el viñedo desde hace 2000 años y tenemos una gran tradición, pero aparte existe un vínculo con los pueblos y con los parajes desde siempre, porque esto es algo que se ha hecho desde siempre. Entonces, yo creo que lo que hay que buscar es las tradiciones de cada una de las zonas y buscar la esencia, porque algo funciona en un sitio y no tiene por qué funcionar en otro.
Y también hay que mirar el arraigo que hay en cada zona y cómo hacía la gente de antes, cómo llamaban los vinos y adaptarlo cada uno a sus peculiaridades. Nosotros nos hemos fijado en Borgoña, nos hemos fijado en Piamonte, hemos mirado para otros sitios, pero nosotros no hemos dicho pues un Grand cru, no. Nosotros lo hemos adaptado a la coyuntura que había en nuestra denominación de origen, desde siempre. Si en tu territorio hablamos de villas, hablamos de parajes, pues lo lógico es que nos adaptemos a eso, no que cojamos otras definiciones que hayan hecho en otros sitios.
El pasado mes de octubre estuviste presente en el encuentro en el Museo do Viño de Galicia sobre el futuro de la vitivinicultura, ¿por dónde pasa el futuro?
Todos los que participamos hablamos un poco de lo mismo: de buscar el origen, de buscar la esencia, de poner en valor el terruño, y creo que ese es el camino, diferenciarnos por las cosas que nos hacen diferentes. Ahora mismo, hay vino bueno en todas partes, entonces creo que nosotros, o también Galicia, tenemos mucha suerte porque somos unas denominaciones de origen que nos hemos aferrado a lo nuestro, a nuestro territorio, a nuestras variedades, a nuestra cultura. No se han importado variedades foráneas, hemos mantenido todo ese material vegetal, variedades que son autóctonas, que al final no son mayoritarias, no nos las vamos a encontrar en otras partes del mundo. Si nos las encontramos, es porque las han importado de aquí, son nuestras. Están en otros sitios porque han demostrado que tienen buenas cualidades, y por eso las están cultivando. Al final, lo que importa es que esas variedades autóctonas, donde mejor se expresan es en la zona donde se han originado, y van a dar unas características especiales, nos mantenemos fieles a las tradiciones, a lo nuestro, y creo que eso es lo más importante, y poner en valor el suelo y el territorio.
Además de promocionar el vino en sí, hay que promocionar todo lo que conlleva, el territorio, el turismo enológico, la zona.
La gente no es que quiera beberse un vino bueno, la gente quiere beberse un paisaje; y quiere saber de dónde viene, y quiere saber cómo se elabora, quiere saber mucho más de todo. Y al final, cuando tú tienes algo original, diferente, con unas variedades autóctonas, y que somos zonas pequeñitas, que producimos muy poco, lo que tenemos que poner en valor es esa diferenciación. Nosotros nos diferenciamos, pues primero por el territorio que tenemos, por esas cualidades que le da al vino, y luego aparte, pues dentro de todo el territorio que es El Bierzo, pues tenemos diferentes parajes y diferentes villas, con sus características de suelo, de clima, orientaciones, pendientes, que van a dar lugar a unos vinos diferentes. Y yo creo que la gente quiere conocer, quiere saber eso y probar cosas nuevas. Nuevas, pero que siguen las tradiciones. Es muy fácil beberse un vino de, no sé, no es por denostar ninguna, pero tempranillo, el 80% de España es tempranillo. Mencía, Godello… pues hay, pero hay poco. Y luego encima, pues los tenemos en unas zonas muy determinadas, con unas características muy determinadas, y al final esas variedades que llevan aquí durante cientos de años, que están perfectamente adaptadas al medio, van a dar un producto fantástico, y los vinos que estamos poniendo en circulación.
Carmen Gómez, directora técnica DO Bierzo