Quiero volver a Trasmonte ¡¡¡

Roberto RegalTengo que confesaros que cuando era niño, mientras jugaba a la pelota en las aldeas «miñotas» de Pincelo y Sequeiras, mi sueño era ser futbolista, y pertenecer a un gran equipo, soñaba siempre con estar entre los mejores, tanto que mi padre estuvo a punto de convencerme para que fuese al seminario, asegurándome que allí los curas me dejarían jugar al balompié.

La verdad, reconozco, ahora me conformo con que ganen los equipos de la tierra, por aquello, lógicamente, de que son más próximos. Pero no vayáis a pensar que dejé de soñar, no , no fue así, para nada. Sigo soñando con muchas cosas.

Aunque me di cuenta de que los sueños suelen estar alejados de la realidad, también sé que son de las pocas cosas que hoy en día podemos hacer con absoluta libertad.

Me dí cuenta, en el transcurso de mi vida, de la belleza de los sueños y también de lo apasionante que puede ser compartirlos con otros soñadores como vosotros, amantes de los vinos gallegos.

 Soñé que fui un monje benedictino.

En la Ribeira Sacra, allá por el siglo XIII, vivía un monje benedictino, perteneciente al Monasterio de Montederramo. Lo hacía expresando su espiritualidad monástica, siguiendo el principio fundamental de la orden, el «ora et labora». El prior, al verme dotes de viticultor, me envió al Monasterio de San Martín de Piñeiro, y allí descubrí un pueblo, del que seguramente muchos de vosotros aún no escuchasteis hablar: ¡Lupiam!.

Fue allí, en las extraordinarias riberas del Lagares, en las del Eivedo y en las del Val de Frade, entre otras, donde, con otros sabios monjes viticultores del convento, cultivé las cepas con cariño, para recoger cada otoño el fruto, la uva de las riberas de Vilachá, que a largo del tiempo mostrarían su arraigo a una tierra única.

Tan sabios enólogos de la época, construimos una bodega con materiales de la zona, trozos de piedra y pizarra para acoger los racimos de uva, que con cariño, vendimiábamos cada otoño.

Elegimos la ubicación exacta, entre árboles, con temperatura baja y constante, con las puerta orientadas al norte, para que cada año se produjese el milagro de convertir la uva en vino. Así nació As Abelairas, 42 bodegas únicas, que conforman un conjunto arquitectónico único, y de las más antiguas de la península ibérica. Un lugar merecedor del vino que esconde.

Lo que yo soñé, creo que no se aleja mucho de lo que fue la realidad en Vilachá de Salvadur (Pobra de Brollón), Ribeira Sacra, hace muchos años.

Desde entonces, muchos vecinos, a lo largo de cientos de generaciones, fueron dejando semillas para conservar lo que, seguramente, es una de los «terruños» especiales esparcidos por nuestra tierra.

Por fin, mi sueño se hizo realidad cuando vine a Vilachá de Salvadur. Me di cuenta que estaba con un equipo vitivinícola extraordinario, con los mejores, en uno de los mejores equipos de la vieja Europa vitivinícola, en una de las grandes escuelas benedictinas, con una idiosincrasia difícil pero..¡ única ! y, sobre todo, con un arraigo especial a la tierra.

Conocí los lugares de A Eirexa, Vilachá o el hermoso pueblo de Trasmonte y a sus gentes, y también escuché hablar de la vieja «sobreira» de Santiorxo, que seguramente nos podría contar muchas cosas.

Supe de Pepe, los Ermitaños, don Ramón, Antonio, Pedro…y otros muchos viticultores, todos ellos seguidores de la orden de San Benito, transmisores hasta el día de hoy del legado vitivinícola que se forjó en Lupiam, en los monasterios, esas cunas de la viticultura que los pueblos supieron conservar.

Tuve la suerte de estar en las bodegas de Trasmonte, recorrer las viñas con el Castor, me atreví a podar las viñas del mítico Xila, conocí al prior mayor, don Pío, con el que tomé más de una taza de vino de Vilachá.

Pero , por encima de todo, me di cuenta de que los sueños se hacen realidad.

 

Pregón de la Feria del Vino de Vilachá 2014

Vilachá de Salvadur (Pobra de Brollón) Ribeira Sacra.