La evolución de la viticultura Gallega en el siglo XX

Por: José Luis Hernáez Mañas, Ingeniero Agrónomo, ex-director de la Estación de Viticultura y Enología de Galicia

Las sucesivas crisis de oidio y filoxera que asolaron Galicia a finales del siglo XIX determinaron un cambio profundo en la viticultura gallega, de modo muy especial  en su fórmula de encepamiento o conjunto de variedades implantadas. Variedades de cultivo tradicional, pacientemente ajustadas el medio por los viticultores ancestrales, fueron rechazadas, quedando como relicto aislado en algunas plantaciones y muchas veces en deficiente estado sanitario. En su lugar, se implantaron en el interior variedades alóctonas, tales como el Palomino fino (Xerez) en blancas o Garnacha Tintorera (Alicante Bouschet) en tintas que, en razón de su origen mediterráneo, presentaban dificultades para su buena maduración, dadas sus amplias exigencias termolumínicas del todo incompatibles con las reducidas posibilidades de un medio atlantizado. En las zonas costeras, las variedades de reconstrucción viticola  fueron los Híbridos Productores Directos (H.P.D.), tales como los llamados “catalanes” o “romanos”, cuyos fermentados nunca fueron reconocidos como “vino” por las legislaciones europeas.

Se constituía así una viticultura de vocación meramente productivista, destinada a satisfacer las exigencias básicamente cuantitativas de una creciente población instalada en las zonas costeras, de creciente poder adquisitivo  y con una producción interna insuficiente para atender las necesidades del consumo, lo que ocasionaba  considerables importaciones de otras zonas, entonces acarreadas a lomos de caballerías, al menos hasta la aparición del ferrocarril.

Debe señalarse al oidio como principal culpable del cambio varietal, toda vez que el remedio  (azufre) tardó bastante en descubrirse. En cuanto afecta a la filoxera, detectada en Vilardevós-VERIN en 1872, encontró su remedio en el injerto sobre cepas americanas, resistentes al parásito, pero que, en lo que afecta a nuestras variedades ancestrales, tardaron en estar a disposición de los viticultores, obligados a efectuar por sí mismos los injertos o a adquirir cepas injertadas de variedades alóctonas. En cuanto a los llamados “catalanes”, señalaremos que son  HPD que en Cataluña se denominan “franceses”, lo que da idea del camino recorrido y del dominio de los viveristas catalanes de la época en nuestras zonas.

La crisis no indujo, sin embargo, cambios en los sistemas de conducción y poda del viñedo, reinstaurados por los monasterios medievales a partir de las bases detalladas suministradas por los tratadistas agrarios romanos, conocedores ya en el siglo I de todos los principios filosóficos y técnicos de la viticultura. Tampoco enfermedades como el oidio o el mildiu afectaron a las plantaciones precedentes,  ya que fueron importadas con las cepas americanas, no existiendo otro patógeno fúngico que la podredumbre del racimo (Botrytis cinerea). No será hasta mediados del siglo XX cuando las exigencias de mecanización impulsarán la uniformización de la geometría de las plantaciones, hoy prácticamente estandarizada, y las nuevas técnicas de combate de patógenos y malas hierbas con  la aparición de los herbicidas. Cabe señalar también el impulso dado por la Administración a las Asociaciones de Defensa Vegetal, que permitía llevar una lucha sanitaria global al amparo de una dirección técnica competente.

Es importante también la aparición en el segundo tercio del siglo de las Denominaciones de Origen, destinadas a amparar a los productores y garantizar a los consumidores la procedencia de los vinos. Las primeras denominaciones de origen gallegas datan del año 1956 (Ribeiro y Valdeorras). Sin embargo, el impulso decisivo dimana del modélico Estatuto de la Viña, el Vino y los Alcoholes (1970), que regulará estos organismos. Posteriormente, irán surgiendo las correspondientes a Rias Baixas, Ribeira Sacra y Monterrei, amén de la específica “ Orujo de Galicia”, que, a no dudarlo, han contribuido de forma más que notoria a la vertebración y desarrollo del sector.

Sin embargo, al inicio de la década de los años ochenta se comienza a tomar conciencia de la inadaptación de la viticultura gallega a las exigencias de los consumidores, y se admite la necesidad  de adaptarla a estas exigencias. A comienzos de ella, se inicia como pionero el plan diseñado por la Asociación RE.VI.VAL (Reestructuración de los Viñedos de Valdeorras) los ensayos para la recuperación de la variedad blanca Godello y, a la luz de los trabajos realizados, se manifiesta claramente su alto potencial de calidad. Factor clave en este proceso será la Agencia de estensión Agraria de Valdeorras y, de modo muy especial, su Jefe de Agencia don Horacio Fernández Presas, al que la viticultura gallega debe un especial reconocimiento.

Estos trabajos son presentados en las Jornadas Técnicas que, organizadas por el Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos y Peritos Agrícolas de Orense y  celebradas en 1982. En ellas se analiza la situación de la viticultura gallega, se resumen los conocimientos existentes sobre nuestras variedades ancestrales, se presentan las técnicas de selección clonal y sanitaria del viñedo y se exponen los trabajos existentes sobre la variedad antecitada.

Señalábamos en estas jornadas que “la viticultura gallega no está obteniendo en el momento actual una materia prima apta para la producción de vinos de alta calidad” y que “era urgente la reimplantación paulatina, pero firme, de nuestras variedades ancestrales en los viñedos, al ser las únicas que, por su excelente adaptación al medio climatoedáfico, eran capaces de traducirse en vinos de alta calidad y personalidad”, a la vez que “la adquisición de las modernas tecnologías con objeto de extraer de las uvas y trasladar al vino el alto potencial de calidad diferenciada dimanante de de la perfecta adaptación de estas variedades, únicas y exclusivas del NO peninsular, a nuestro medio ecoclimático atlantizado”. En las conclusiones, también se aceptaba la necesidad de una Selección Clonal y Sanitaria de estas variedades y se demandaba la creación de una Estación de Viticultura y Enología para Galicia.

Los dos últimos decenios del siglo verán un desarrollo espectacular del sector, con un cambio profundo en sus estructuras y planteamientos. Son varios los factores que contribuyeron a ello; en particular, señalaremos los siguientes:

A) La publicación por parte de la Consellería de Agricultura, Gandeiría e Montes de la Xunta de Galicia del “Plan Calidade dos Viños Galegos”, aparecido en 1986, y cuyo carácter no normativo no impidió su prosecución consistente por parte de los sucesivos gobiernos gallegos, con independencia de su adscripción ideológica, y que sentaba de forma nítida los lineamientos esenciales del proceso reconversor. El citado Plan propugnaba la reimplantación  progresiva de las variedades de cultivo ancestral en nuestros viñedos, a la vez que la modernización de la geometría de las viñas con estructuras adaptables a la mecanización del cultivo y la racionalización de los tratamientos fitosanitarios, cada vez más abocados a estrategias colectivas de lucha contra los parásitos.

En el ámbito de la enología se preconizaba la adquisición de las entonces recientes tecnologías del frío y el acero, no con el objetivo de uniformizar las características de los vinos, sino de extraer de las uvas y transmitir al vino las características diferenciales del material de partida. El objetivo era, pues, la “calidad diferenciada”, con vinos de alta calidad tecnológica y expresión inequívocamente gallega, y ello en cada una de las zonas vitícolas existentes en la Comunidad.

Ha de reconocerse que el esfuerzo económico de la Administración fué realmente generoso y que el sector, si bien a diferentes velocidades según las zonas, respondió con eficiencia a los estímulos recibidos.

B) El Plan de Selección Clonal y Sanitaria de la Vid en Galicia”, iniciado en 1983 por la entonces Caja Rural Provincial de Orense y llevado a término mediante convenio entre esta entidad y la Consellería de Agricultura de la Xunta de Galicia través de la Estación de Viticultura y Enología de Galicia, ya prevista en el citado “Plan Calidade”, y que comenzó sus actividades en el año 1987. Ciertamente, la reimplantación de nuestras variedades ancestrales requería ante todo poder disponer de un material vegetal ·autóctono” de calidad y sanidad contrastadas, lo que, dada la situación recesiva en que se encontraban estas variedades, relictos dispersos reducidos a un cultivo testimonial y casi siempre en deficiente estado sanitario, requería un arduo trabajo de investigación y contrastación del material al amparo de criterios científicos y técnicos. Conseguir seleccionar el mejor material existente y entregarlo a los viticultores para la replantación de los viñedos con las máximas garantías de calidad y sanidad era un reto difícil, cuya asunción requería afrontar considerables costes materiales y humanos durante un periodo prolongado. Era preciso también definir desde la investigación las técnicas idóneas de cultivo y elaboración. Se requirió, entre otras actuaciones:

Recorrer toda la geografía vitícola gallega, a efectos de seleccionar aquel material relicto decinco variedades blancas (Treixadura, Torrontés, Loureira, Godello y Dona Branca) y una tinta (Mencía) que pudiera ser de utilidad a los efectos pretendidos, con toma de datos de cepas, uvas y mostos durante tres años consecutivos (Selección Policlonal”). Posteriormente se añadió la variedad Albariño.

Una vez seleccionados los clones más interesantes, implantarlos en una misma finca para poder contrastarlo en igualdad de condiciones (selección Principal”). El material se implantó en una finca en la localidad orensana de A Quinza (Ribadavia), con 213 clones de las variedades antecitadas, de los que al final se seleccionaron 36.

Con independencia de la toma de datos vitícolas, elaborar por separado vinos de cada clon , a efectos de las oportunas contrastaciones analíticas y organolépticas, para lo que hubo que definir una metodología propia, entonces no existente.

Detección de posibles virosis y, en su caso, regeneración del material a través de las técnicas oportunas (termoterapia, etc…), con objeto de que este material pudiera al final llegar a los viticultores como “certificado” (libre de virus).

Facilitar el acceso del sector vitivinícola a los resultados obtenidos a través de la publicación y difusión de los resultados obtenidos mediante de numerosas publicaciones y de actividades formativas a todos los niveles, pero de modo muy especial a los viticultores. Ciertamente, el esfuerzo en esta dirección fué considerable.

Además de las actividades reseñadas, la Estación de Viticultura y Enología de Galicia llevó a cabo numerosos ensayos en el ámbito de la enología en busca de las técnicas de vinificación óptimas para para nuestras variedades ancestrales (maceraciones prefermentativas, vinificación sobre lías, hiperoxidación de mostos, temperaturas óptimas de vinificación, etc…). De gran incidencia fueron las experiencias sobre destilación de orujos,  práctica de amplia tradición en Galicia, y que definieron  las técnicas hoy unánimemente asumidas por el sector, en un claro ejemplo del potencial de la investigación para transformar unas tecnologías entonces aún ancladas en técnicas tradicionales ya desfasadas. Hemos de mencionar también los numerosos trabajos llevados a cabo sobre fitopatología vitícola en lo que se refiere a los patógenos fúngicos que afectan a nuestros viñedos (moldiu, oidio, botrytis).

Paralelamente, la Estación de Viticultura y Enología se integró también en diversos grupos de trabajo a nivel nacional (Grupo Nacional de Problemas Fitosanitarios de la Vid, Grupo Nacionakl de Selección Clonal de la Vid, etc…) e internacional (OIV), contribuyendo, entre otras cosas, al conocimiento general e integración en la investigación de nuestras hasta entonces ignoradas variedades ancestrales. En suma, la Estación contribuyó de formas decisiva al proceso reconversor de nuestra Vitivinicultura.

C) La vertebración del sector a través de los Consejos Reguladores de las distintas Denominaciones de Origen desde la Administración. El espectacular desarrollo del sector en Rías Baixas condujo a su creación en 1988 y posteriormente seguirían los de Ribeira Sacra y Monterrei, además de la Denominación Específica “Orujo de Galicia” y otra dos de “Viño da Terra” (Betanzos y Barbanza e Iria), que vinieron a unirse a la preexistente “Val do Miño”). La excelente labor de los Consejos Reguladores ha contribuido también al conocimiento y promoción de nuestros vinos fuera de la Comunidad.

D) El apoyo investigador por parte de las distintas universidades gallegas y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tibio al principio, pero incrementado progresivamente a la luz del acelerado desarrollo del sector, y traducido en excelentes trabajos de investigación.

E) Finalmente, el espíritu emprendedor y el dinamismo de los empresarios gallegos, pues no cabe olvidar que las mayores aportaciones económicas al desarrollo del sector fueron de procedencia externa al mismo.

En suma, durante los últimos años el sector ha vivido un desarrollo fulgurante y considerado ejemplar desde ámbitos externos a nuestra Comunidad. Se ha pasado en tiempo récord de una viticultura tradicional asentada sobre variedades alóctonas e incapaces de expresar el alto potencial de calidad de nuestro medio vitícola a otra personalizada, asentada sobre variedades de cultivo ancestral, únicas y exclusivas, bien que parcialmente compartidas con el norte del vecino Portugal. Las bodegas gallegas, abandonando técnicas obsoletas e inadecuadas a los tiempos actuales, disponen hoy de una tecnología de primer nivel y proyectan vinos cada vez más universalmente conocidos y apreciados, que en nada desmerecen de los de otras zonas señeras. Hoy, ciertamente las adversas condiciones económicas afectan al sector, como no podía ser de otro modo, pero creemos que están sentadas las bases para contemplar un futuro optimista.