Siendo víctima de mis propios prejuicios, cuando vi todos los vinos blancos deslucidos producidos en masa que llenan los lineales de los supermercados en el Reino Unido elaborados con las variedades Verdicchio o Pecorino, pensé que Le Marche (Las Marcas) sería una región dominada por una enorme extensión de viñedos. ¡Me alegro de haber experimentado todo lo contrario!
Le Marche es una tierra que vale la pena explorar de arriba a abajo, aunque las gentes del lugar me han dejado claro que, cuando se habla de vino, “Le Marche bonne” (las buenas Marcas) son las que limitan al sur con el Abruzzo. La impresión que me llevo para siempre, es la de una tierra llena de muchos contrastes. Sus cerros están dedicados al policultivo, tal y como siempre se ha hecho. Campos de cereales, olivos, viñedos y huertos conviven creando un escenario favorable para la biodiversidad. Los Apeninos atraviesan la región y te recuerdan que todavía son unas montañas que están creciendo. Sus habitantes aprendieron a vivir amenazados por la posibilidad de tener que dejarlo todo atrás a causa de un terremoto. De hecho, los esqueletos de muchos pequeños pueblos derrumbados se encargan de recordártelo, todavía visibles, imperiales, testigos directos de cómo la vida continúa de manera aletargada. Su costa, bañada por el Adriático, no podría ser más diferente a mi Atlántico. La temperatura del agua te invita a nadar durante horas si tienes la paciencia para caminar hasta que el agua finalmente te llegue por encima de la cintura. Diferente, sí, pero es su presencia lo que favorece una viticultura de calidad durante los tórridos veranos.
Todavía tengo muy vivo el recuerdo de cuando el sumiller marchiggiano Giovanni Petito del restaurante radiCibus (en Edimburgo) maridó a ciegas una cena de arriba a abajo usando solo vinos hechos con la Pecorino y la Verdicchio. ¡Vaya llamada de atención! Todavía recuerdo uno que destacó por encima del resto: El Mida de la Azienda Agricola Allevi Maria Letizia. Capitaneada por Roberto Corradetti, quien tan sólo tiene 5 hectáreas de viña que trabaja bajo los principios de la biodinámica. Aunque tiene plantadas diversas variedades (blancas y tintas) y todos sus vinos son de una pureza exquisita, yo quiero centrarme en la sensibilidad que tiene para trabajar la Pecorino. Todavía me sorprende que haya aprendido a elaborar espumosos bajo el método tradicional mediante prueba y error, sin tutoría, ya que sus burbujas están cargadas de una delicadeza inesperada. Me quedo con su Mida, Spumante Pecorino del 2019, zero dosage y degollado a 4/4/23. Un espumoso autolítico y mineral, de boca amplia, mousse delicada pero persistente y gran linearidad; muy top. Su Rubesh del 2021 es probablemente la mejor cuvée hecha con la Pecorino que existe en este momento. Pasó 10 meses en barricas nuevas de roble y se embotelló directamente de la barrica, sin clarificar ni filtrar. A pesar de ser madera nueva, los tostados no son abrumadores. Hay mucha fruta de hueso madura, flores blancas y cítricos confitados. Súper mineral y con gran potencial de guarda.
A 5 minutos (literalmente) de Roberto, podéis visitar Clara Marcelli para conocer a los hermanos Colletta, quienes te reciben con los brazos abiertos para mostrarte el corazón de su proyecto. La bodega es pequeña pero está impresionantemente bien equipada, ya que cuenta con diversos tipos de recipientes de envejecimiento: huevos de hormigón, barricas, toneles y tanques de inox. Les gusta usarlos todos para envejecer sus vinos, ya que las variedades adquieren diferentes matices según dónde se envejecen. Trabajan tanto con variedades tintas como blancas repartidas en 10 hectáreas de viñedo en las que no usan ningún tipo de químicos, siguiendo exactamente el mismo método que seguía su abuelo, bajando bastante los rendimientos para ganar en calidad. Castorano (donde estamos) está influenciado por el Adriático y los suelos son principalmente calizos y arcillosos con sedimentos de moluscos. Me quedo con su Marke del 2020, un Pecorino que realiza una maceración pelicular prefermentativa y pasa 24 meses en roble (huevo y barrica).
Conocer a Roberto Capecci seguramente no te dejará indiferente. No es frecuente encontrar a un bodeguero que trabaje 100% natural que hable abierta y sarcásticamente sobre lo que es aceptable y lo que no en la elaboración del vino natural. Roberto no justifica los defectos como parte del carácter de un vino. En 2002 empezó a tomar las riendas de la bodega que regentaban su abuelo y su padre desde 1963. Hace biodinámica en sus viñedos pero no le gusta la certificación Demeter porque han establecido un trademark bajo el cual aceptan como bio sólo lo que estipulan como tal; porque para obtener la certificación es necesario comprar las preparaciones que ellos suministran. Roberto considera que van en contra de lo que Steiner entendía como biodinámica, donde estos “rituales holísticos” deben realizarse con los elementos que se pueden encontrar en tu entorno cerrando así su circuito natural. Me llamó la atención que Roberto tiene los depósitos fermentativos fuera de la bodega, sin temperatura controlada, ya que quiere que las fermentaciones reflejen la energía de una añada determinada. Confía en que el invierno lo enfríe todo, adormezca la actividad bacteriana y permita que las impurezas se decanten de forma natural. En abril, si quedase algo de azúcar residual, se reinician las fermentaciones y el vino se autorregula. Me gustó su La Candida Rosa del 2022, un Pecorino elaborado en barrica.
Me gustan mucho otras realidades como las de Raffaele y Sara, quienes llevan más de 10 años comandando una realidad biodinámica llamada Terra Argillosa. Aurai es el vino que me hizo conectar al instante con ellos, un Pecorino de la zona de Offida. Hacen una maceración pelicular prefermentativa antes de pasar el mosto (sin pieles) a fermentar en barricas. Una vez terminada la fermentación, pasan el vino a un depósito de inox para que permanezca en contacto con sus lías durante un tiempo. Es un vino textural, glicérico, casi masticable, pero que tiene una gran columna vertebral ácida. Tiene recuerdos ligeramente reductivos a cerilla recién apagada, kilos de maíz que no se comen el vino ya que pronto dan paso a una explosión de frutas de hueso, membrillo fresco y compota de mirabeles.
Seguimos por el sur de Las Marcas, pero nos vamos a la villa medieval de Cossignano, a medio camino entre los montes Sibilinos y el Adriático, para conocer a Igino Brutti quien tiene una realidad agrónoma llamada Fontorfio donde crea un ecosistema en el cual el viñedo está en simbiosis con olivos, campos de cereales y pastos donde pacen sus animales. A Iginio le gusta preservar la tradición, elaborando manualmente y sin maquinaria moderna. Tiene un Pecorino super chulo llamado Cossineo que, si bien mantiene esa voluptuosidad en boca, se presenta mucho más vívido y fluido que otros exponentes de la zona. Sápido y más cítrico.
Antes de irnos al norte de Le Marche, no quería perder la oportunidad de recomendaros otro Pecorino super interesante elaborado por Poderi San Lazaro en Offida. Se trata de su Renzo Reloaded, un vino que ha fermentado en sus pieles durante 15 días para después envejecer sin ellas en barricas durante 6 meses. Me parece muy reseñable la sensibilidad en el uso de las pieles, si bien la identidad varietal no se pierde, si que gana esas notas de vegetales, hojas de té y le añaden un ligero amargor final que lo hacen irresistible.
Ahora sí, llegamos a la zona de Jesi, el territorio del Verdicchio. Y cuando se habla del Cru del Verdicchio, es necesario hablar de Cupramontana. Aquí, La Marca di San Michele, representa un rayo de luz en una región donde se manufacturó la identidad de esta variedad. Esta gente entendió que el Verdicchio es una uva versátil y longeva, capaz de exudar territorio por los cuatro costados. Por eso empezaron a elaborar parcelarios. A cada viñedo, su cuvée, con la idea del ‘Cru’ francés en la cabeza. Aunque todos sus blancos me pirran, en el que encuentro la quintaesencia del Verdicchio es en su Il Pigro della Marca (si encontráis el 2010 es una barbaridad), vino que reposa en toneles de gran capacidad durante 9 meses. Embotellan lo que le da el viñedo, que son 2600 botellas. Un blanco estructurado, de concentración intensa (manzanas golden, pieles de pera, agujas de pino), untuoso, con ligeras notas oxidativas (almendras garrapiñadas) y con una columna vertebral sápida y vibrante. Posiblemente uno de los mejores blancos hechos en Italia. Hoy en día creo que esta cuvée ya no la elaboran, ya que en blancos sólo tienen el Capovolto (en inox) y el Passolento (proceso como el Pigro), y están ambos muy buenos.
Buscando esa verdadera esencia del Verdicchio también visité La Distesa de Corrado Dottori, cuyos viñedos están colindando con los de La Marca di San Michelle. Corrado es un ex economista que heredó los viñedos de su abuelo, dejándolo todo atrás para elaborar vino junto a su familia. Comenzó con el viñedo viejo (1ha) que está a los pies de la casa y, poco a poco, fue comprando algunas hectáreas más sobre suelos que son una mezcla de arena, arcilla y piedra caliza. Tanto en bodega como en viñedo todo se reduce a la mínima intervención, iniciando las fermentaciones con piés de cuba, para luego dejar que cada vino siga su proceso natural. Trabaja con hormigón, barricas viejas y acero inoxidable. El Terre Silvate es su vino base. Caté su 2022, un Verdicchio con un 10% de Trebbiano elaborado en una mezcla de hormigón y acero inoxidable, donde dejan que haga la malo si el vino quiere y también le dan un poquito de tiempo en sus lías. Un vino con una vitalidad súper fresca y que deja una sensación en boca regordeta. Esperaros un festival cítrico, con notas a tiza, pino y camomila. Gil Eremi es donde el Verdicchio alcanza su máxima expresión. Nace del mosto yema que envejece 18 meses en grandes toneles de madera. Un vino untuoso, sedoso, con muchas notas a frutos secos y con inputs minerales muy serios. Fantástico.
Para terminar, os quiero hablar de la primera bodega que me hizo pensar que la Verdicchio podía ser algo más que una uva sin identidad gracias al trabajo que Natalino Crognaletti hace en la Fattoria di San Lorenzo, un vergel de biodiversidad donde la mínima intervención imperan como normas. Sus vinos se destacan por las extracciones en pieles (per-fermentativas) y los largos envejecimientos en lías, usando depósitos de cemento o de roble. Uno de sus vinos base, di Gino, es brutal en relación calidad-precio. Un vino que deja matices a polen, hojas de mostaza, pieles cítricas escarchadas y nueces. Textura y frescura. Su vino más top es Campo delle Oche, que viene siendo un di Gino en esteroides, sacando más notas a camomila, acacia, heno, miel, avellana y ciruelas super maduras.
Espero que os haya gustado este viaje por una región que os invito a conocer porque es maravillosa. Obviamente, su universo no se termina en el mundo de los vinos blancos, si no que también tienen tintos extraordinarios, pero eso ya es una historia para otro momento.
Top 50 sumilleres en Reino Unido en 7ª posición