Hace 15 años, en una visita a la gran bodega López Heredia, su principal valedora María José López de Heredia nos contaba la historia de los Rosados en La Rioja a un grupo de privilegiados que pudimos escuchar su inmensa sabiduría vinícola.
Nos decía María José que históricamente en La Rioja y por extensión en general en España no había rosados, había claretes, que además era el vino que más se consumía con mucha diferencia y prácticamente se elaboraba muy poco tinto.
Los claretes eran elaborados siempre ya desde la vendimia, puesto que se plantaban las viñas mezclando blancas y tintas del modo que al recolectar las uvas esa proporción nos daba el color característico de esos históricos vinos. Y no había la costumbre actual de sangrar los depósitos para hacer rosados, ni tampoco de acortar las maceraciones a apenas unas horas.
Hoy en día se sigue pensando en muchos foros que la diferencia entre un rosado y un clarete es el método de elaboración, claretes serían los que suelen mezclar las uvas y rosados los que se hacen por maceración. Pero parece ser que no es así.
Claretes y Rosados se elaboran igual, dependiendo del método que cada bodega decida utilizar, entonces, ¿Por qué tienen dos nombres? Según nos decía María José en España solo se utilizó el término clarete hasta que durante la Belle Epoque francesa, los burgueses españoles comenzaron a disfrutar en sus fiestas y banquetes de sus grandes vinos de Provenza y vieron que a esos vinos tan ricos que bebían sus vecinos les llamaban “Vin Rosé”, con lo que de ese término francés se fue derivando el término actual de “Rosado” entre la burguesía, siendo los rosados vinos de más alta alcurnia que los claretes que bebía el “populacho”.
¿Y que dice la ley?:
En el Real Decreto 1127/2003 se define “clarete” como vinos que proceden al menos en un 25% de uvas tintas”, y “rosado” como “vinos que proceden al menos en un 50% de uvas tintas por lo que la cantidad final dependerá de las bodegas. Pero en 2011 otro Real Decreto deroga el anterior y elimina el requerimiento del porcentaje de tipos de uvas que debe llevar un vino rosado o clarete, dejando por tanto ambas menciones únicamente como una indicación para el etiquetado de vinos bajo ese color.
Es decir, los dos se elaboran de la misma forma y cada uno elige como prefiere llamarle.
En Galicia la historia de vinos rosados o claretes no está explicada como tal, aunque si existían y seguramente la mayoría de lo que se explica como tintos en esa historia sean realmente vinos más parecidos a lo que conocemos como claretes que lo que entendemos como tintos.
Por un lado, estaban los métodos de elaboración, con muy poco control técnico y con vinos que hoy difícilmente podríamos atrevernos a beber por su presumible rusticidad. Hablamos de épocas mucho más frías y lluviosas, de escaso control en la viña y de elaboraciones “rápidas” con cortas maceraciones, donde los datos nos van contando que los vinos que tenían más de 10º de alcohol eran muy apreciados y bastante excepcionales.
Alain Huez de Lemps en su estudio del vino gallego recoge testimonios como “El vino de Amandi es un Clarete muy fino y muy claro compuesto sobre todo por Mencía”.
En Valdeorras A mediados del siglo XVII se producían alrededor de 190.000hl. de vino, del cual “Las cepas más comunes son Garnacha, Grao Negro y Mencía y también hay algunas cepas de blanco, Xerez, Godello y Valenciana, no obstante, es más frecuente que la uva blanca se mezcle con la tinta”.
En Monterrei su producción estaba entorno a los 120.000hl. y “algunas cepas son de uvas blancas como Dona Branca, Godello y Xerez, pero la mayoría son tintas, Grao Negro, Verdella, Bastardo, Negreda, Tinta Gorda, Albarello y Tinta Fina. La mezcla de estas uvas tintas da vinos de graduación media y son raros los productores de vinos blancos”.
Estos datos sin duda nos indican que lo que se elaboraba como tinto, realmente eran más claretes que tintos.
Un término para referirse a vino rosado muy nuestro y poco conocido son los “Viños Ullaos”, documentado en el siglo XV para referirse a los vinos do Val do Ulla, que fundamentalmente eran rosados. Ese término Ullao se refiere específicamente a estos rosados.
Pero la historia gallega de estos vinos se pierde a partir de finales del siglo XIX. Una vez más marcado por las tres grandes plagas del vino, Oídio, Filoxera y Mildiu, que provocan que en la reconstrucción del tejido vinícola gallego desaparezca la producción de vinos claretes y se centre la mayor parte de ella en los hoy reconocidos blancos, amén de los tintos, en algunas zonas más que en otras.
Es este siglo el que marca un nuevo cambio de tendencia y hace unos años tímidamente comienzan a aparecer algunos atrevidos que elaboran vinos rosados, aunque con muy poco éxito en la mayoría de los casos.
Sin embargo, desde hace unos 3 o 4 años esa tendencia ha cambiado, han empezado a salir muchos más productores con vinos rosados y hoy por hoy ya tienen un mercado importante, pequeño de momento en términos porcentuales, no superando el 3% del mercado, pero creciendo y asentándose cada vez más como alternativa a los blancos y tintos.
De momento la tendencia principal es a las elaboraciones frescas, sencillas, con Inox., y sin muchas pretensiones, pero ya con oferta de rosados más complejos, con barrica, crianzas en lías… Siempre con un problema comercial bastante común en general que es el precio, considerablemente más elevado que los afamados rosados navarros, riojanos o claretes de la meseta que se llevan la palma en el gran consumo y en zonas donde además está muy arraigado el “poteo” de vinos rosados.
En resumen, diría que los vinos claretes son historia de Galicia recuperada y ahora nos falta tiempo para convencer a esos clientes más acostumbrados a disfrutar nuestros grandes vinos blancos, que también tienen una gran alternativa en estos “Grands Vins Rosés”
Santé
Alberto Choiva