VINOS DE GUARDA DE GALICIA, ¿MODA O REALIDAD?

Galicia siempre fue una tierra de vinos, de grandes vinos, prueba de ello es la fama mundial que tuvieron principalmente desde el siglo XVII y hasta mediados del XIX cuando el Mildiu primero y la Filoxera después castigan los viñedos de toda Europa, España y Galicia. Los vinos del Ribeiro son solicitados tanto localmente en las tabernas, monasterios, iglesias, pazos y catedrales de la época, como internacionalmente siendo el vino preferido por los ingleses hasta que la Guerra con España termina con ese interés y lo desplaza hacia tierras del Douro.

Pero esta fama de grandes vinos nunca fue asociada a vinos de guarda, a vinos que se conservasen mucho tiempo, sino a vinos de consumo relativamente inmediato. Debemos tener en cuenta que en esa época los vinos de guarda no existían, no existían los Riojas Reserva, ni los vinos de colección, son épocas donde el vino es un alimento imprescindible, incluido en la “dieta” obligatoria, donde a cada ciudadano de cualquier status social le correspondía por ley su ración de vino. Pensemos que el agua no podía beberse dado que transmitía enfermedades, siendo el vino, la cerveza y la sidra las bebidas más recomendables y saludables.

La idea de guardar vinos y dejarlos envejecer para mejorarlos en términos históricos es relativamente reciente, pertenece ya a la época moderna. Aunque es en el momento que se empiezan a utilizar tanto las Tinajas de barro primero, como los toneles de madera después, cuando se comienzan a guardar, pero no como método de mejora, sino como método de transporte y conservación.

Rioja es una de las Denominaciones de origen precursoras en España de los términos que diferencian a los vinos según su guarda, “Crianza”, “Reserva” y “Gran Reserva”, hoy son utilizados en muchas D.O.’s, aunque es en Rioja donde se comienzan a utilizar.

En Galicia sin embargo pervive aún hoy en un porcentaje muy alto, sobre todo de población foránea, la idea de que nuestros vinos son vinos del año que deberán consumirse lo antes posible. Esto se debe sobre todo a la apuesta hecha a partir de la famosa crisis de la Filoxera por plantar variedades poco nobles y variedades importadas, abandonando las “Castes autóctonas” por ser menos productivas. Palomino, Cabernet Sauvignon, Syrah, entre otras, empiezan a aparecer en nuestros viñedos por su alta productividad y su resistencia a las enfermedades. Pero son variedades poco adaptadas a nuestro territorio y que no consiguen en su mayoría producir vinos de calidad suficiente para guardar demasiado tiempo.

Sin embargo, esa tendencia cambia sobre todo a mediados del siglo XX, cuando los viticultores comienzan a apostar por variedades autóctonas. Treixadura, Godello, Albariño, Torrontés, Merenzao, Brancellao, Sousón,…, comienzan a imponerse en la viticultura dando lugar a vinos con una personalidad mucho más marcada y con alta calidad e iniciando el camino hacia donde estamos hoy, un camino que nos ha traído vinos con acidez, equilibrio, cuerpo, mineralidad… Y también seguramente por influencia del cambio climático con graduaciones alcohólicas más altas, aunque, de momento al menos, moderadas. Vinos que hoy denominamos atlánticos, y que seguramente sea el factor que más defina el panorama vitivinícola gallego y más ayude a ese camino hacia la guarda.

Hoy existe una amplia corriente de sumilleres y catadores que apuestan fuerte por los vinos “viejos” gallegos, sobre todo por los blancos. Aunque de momento, salvo alguna excepción, no tanto los bodegueros, a los que el éxito comercial de los últimos años de nuestros vinos les impide guardar a muchos de ellos y no despierta el interés de otros muchos por retrasar demasiado la venta.

El problema es que no tenemos experiencia en vinos de guarda, probamos vinos (a veces sin conocer su trazabilidad, ni donde estuvo conservado) y no tenemos claro si lo que estamos bebiendo es correcto o “el vino es así”, un término a mi entender poco correcto. Necesitamos ampliar nuestra experiencia y nuestro conocimiento para entender que es lo que debemos guardar y que variedades o elaboraciones son más adecuadas para largas guardas. Y muy importante, fundamental desde mi punto de vista, tenemos que tener muy en cuenta las añadas, es la parte más importante de la elección de guarda a mi entender, aunque no la única, dependerá de la zona y de las variedades utilizadas.

Con esa idea de ampliar nuestro conocimiento a base de la experiencia, desde el año 2016 llevamos comprando y guardando vinos de muchas zonas de Galicia, tanto tintos como blancos. En el año 2021 hicimos la primera cata de todas las añadas guardadas hasta ese momento. Un grupo de 20 catadores profesionales catamos en una sesión 59 añadas diferentes de vinos de casi todas las zonas elaboradoras de Galicia. Esa es una cata que repetiremos este año 2023 y que iremos repitiendo cada 2 o 3 años para ir conociendo más sobre la evolución de cada zona.

Las primeras conclusiones a las que pudimos llegar es que por unanimidad la añada 2015 fue sin duda la mejor de todas las catadas (desde el 2014 al 2019), en todas las zonas de Galicia sin excepciones, también la añada 2017 resultó excelente y apuntaba muy buenas maneras la añada 2019 que, en ese momento de la cata, principios de 2020, era aún la añada recién salida. Sin embargo, las añadas 2016 y 2018, que coinciden como las más cálidas de la serie histórica catadas, fueron las que menor impresión causaron. Pocas muestras teníamos de la 2014, pero las catadas también fueron excepcionales, mención especial a un Ribeiras de Armea Branco Lexítimo con crianza en barrica que resultó ser la sensación absoluta de la cata, lástima que solo hubiese aquella botella. Como resumen podríamos decir a priori que las añadas más frescas dieron mejores resultados en cata.

En cuanto a variedades, los vinos mejor puntuados fueron en blancos un Albariño 100% añada 2015 y un Ribeiro mezcla de Treixadura 85%, Godello 10%, Albariño y Lado 5%. Y en tintos una Mencía de Ribeira Sacra subzona Quiroga.

Por método de elaboración todos los mejor puntuados tenían, o bien crianza en lías, o bien mezcla de Lías y barrica. En ningún caso más de 4-5 meses de barrica.

Si tuviésemos que hacer por tanto un retrato robot del vino tipo sería, en blancos un Albariño 100% o bien un Ribeiro Mezcla, de la añada 2015 y con crianza en lías. En tintos sería una Mencía de Quiroga con 4 meses de Barrica. Pero claro, es una sola cata, y obviamente cualquier conclusión será errónea.

Desde esa cata de 2020 he tenido la ocasión de ir probando algunos de esos vinos y todos han ido creciendo en complejidad, en matices y en elegancia. Solo algunos de ellos se han ido a notas de manzana asada, algo de mieles en algún caso y notas en general de ciertas oxidaciones, pero, ¿son esas oxidaciones defectos o virtudes?, aquí hay algo de controversia dependiendo con que corriente o estilo de catador hables, solo el futuro nos irá dando luz a estas incógnitas, dará y quitará razones.

Como conclusión final creo que el mundo de los vinos gallegos de guarda está por descubrir, ¿será una moda o algo que viene para quedarse?, el tiempo nos irá diciendo. Mi perspectiva es que acabará imponiéndose porque los resultados que hemos ido probando a lo largo de estos años así lo indican, pero hace falta que las bodegas apuesten a elaborarlos y que los sumilleres apostemos a esperar su mejor momento para sacarlos a “bailar”. Hemos encontrado vinos “viejos” absolutamente sublimes, elegantes, largos y complejos y eso siempre acaba prevaleciendo. Otra cosa es a qué precio, porque si algo tiene que cambiar sin duda es la percepción de que no se puede pagar por un vino gallego según qué precios, pero eso merece un capítulo aparte, hoy toca brindar con un buen vino gallego de guarda.

Alberto Varela Amado

Sumiller y Ceo de Choiva Viños