DEESSSPAACITO

Nuestro mundo contemporáneo se ha convertido en una carrera de fondo. Lo queremos todo, además lo queremos todo ya, para utilizarlo lo menos posible y cambiarlo a las primeras de cambio por la versión mas actualizada. Crecen sin control multinacionales de ropa de prácticamente un solo uso, empresas de comida “rápida”, “macromercados” on line obsesionados con llegar los primeros a costa de quien sea, canciones de segundos de duración, ni siquiera minutos… Por no hablar de las tecnológicas, que merecerían un capítulo aparte. Una vorágine que ha convertido el mundo actual en un hormiguero de humanos con prisa para todo, que no disfrutan mas de 10 minutos con nada.

El mundo del vino por supuesto no es ajeno a todo esto. En los restaurantes hay grandísimos profesionales, formados como nunca, pero que no les vamos a dar más de 10 minutos para que nos sirvan un vino. Vamos a comer al restaurante con el reloj del móvil en la mesa, sin dejar de mirarlo cada 30” por si alguien necesita algo urgente, pedimos rapidito y cuando llegamos al vino necesitamos que nos lo “jarreen” para poder disfrutarlo en plenitud porque en una horita nos tendremos que ir a un “breefing” que precede a un “Brain Storming” y terminamos el agotador día en una “Scape Room” para relajarnos un poco y olvidarnos del stress diario.

El consumo de vino está contagiándose de esa velocidad, empiezan a salir vinos en lata, bebemos vinos de empresas bodegueras cada vez mas grandes que saben perfectamente que nos va a gustar, nos elaboran vinos “recién hechos y listos para degustar”, chips de roble, micro-oxigenaciones, tecnología punta, elaboran lo que necesitamos, y juegan con las etiquetas de manera magistral, porque como diría un experto en marketing, “el cliente en el lineal decide en menos de 30” y tenemos que ser los elegidos”. Nombres sugerentes, o graciosos, etiquetas muy llamativas, botellas espectaculares… Todo eso forma parte en un porcentaje muy grande de la elección final de un cliente en un lineal de vinos o para presumir delante de los amigos en un buen restaurante, porque claro, le espera el breefing, el brain storming y el scape room y no hay tiempo para estas “pequeñeces”, hay que llegar con las ideas claras, el tiempo es oro.”.

Por el medio de todo esto se nos van quedando olvidados en todos los sectores, no solo en los vinos, los artesanos. Esas personas que habitan en pequeños lugares generalmente, que viven al ritmo adecuado, que se preocupan por lo que realmente importa y que ponen todo su empeño, saber hacer e ilusión en elaborar productos únicos.

En el caso de los vinos, que es el sector que mas conozco, este es un problema de una magnitud mas grande de la que se nos quiere hacer ver. Y corremos el serio riesgo de perder un patrimonio vitivinícola que claramente está en serio peligro de extinción.

Quien debe protegerlo es la administración, bien sea el ministerio correspondiente, bien sean las denominaciones de origen e IXP’s, convertidas últimamente, salvo muy honrosas excepciones, en “chiringuitos” donde se van colando aspirantes a representantes públicos, más que personas que realmente quieren el bien de la zona representada.

Deberían sentarse con los pequeños y diminutos bodegueros y viticultores que en este momento están al borde de tirar la toalla y al menos preguntarles que necesitan, en que pueden ayudarles a hacer viable su negocio. Como pueden promocionar sus vinos, mejorarles esas etiquetas para que puedan jugar en una liga parecida con los grandes, o simplemente tenerles en cuenta de una manera especial en los carísimos y magníficos stands que pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos.

Porque esos ciudadanos no temo equivocarme si digo que si se hiciese un referéndum estarían de acuerdo en que ese dinero que se gasta en esas grandes ferias sirva para promocionar el patrimonio histórico de todos y no solo las legítimas y nobles aspiraciones de los mas grandes, en general con presupuestos suficientes para afrontar esos gastos con recursos propios.

Es fundamental apoyar las singularidades del territorio, ayudar a separar “el polvo de la paja” poniendo en valor aquellos viñedos y proyectos que apuestan por la calidad y que tienen condiciones para elaborar de manera excelente, separando claramente el “gremio artesano” de todo lo demás para que el precio que reciban por sus vinos sea el que les permita sobrevivir y no estén presos de la presión comercial de los grandes lobbies del vino, empleando los recursos en mejorar todo lo necesario en esos defensores de la tierra y las tradiciones, y en general invirtiendo todo el tiempo y recursos en la “CALIDAD” y no tanto en la “CANTIDAD”. En este momento se defiende y se invierte más en ser el vino más vendido del mundo que en ser el mejor vino del mundo. Se invierte más en grandes proyectos tecnológicos que ayudan a elaborar más cantidad y a mejor precio, que, en estudiar la historia, recuperar las variedades, calificar los viñedos y los territorios y mejorar los procesos artesanales para tener mejores vinos de producciones limitadas y con la garantía de altísima calidad. En general deberían escuchar a los que saben y conocen la tierra y a los que quieren mejorar y no tanto a los que vienen de fuera detrás de cantos de sirena, sentarse con ellos, poner en común los objetivos y las ideas y ayudar a ser lo que, al menos los que nos dedicamos a esto, queremos ser, productores de Grandes vinos y no tanto Grandes productores de vinos.

Pero llegará esa reunión, irán los pequeños, explicarán sus necesidades de calificar los territorios, los viñedos, los métodos de elaboración, diferenciar las contra-etiquetas… y cuando les estén explicando en su magnífico despacho les dirán que se den prisa, porque tienen poco tiempo para dedicarles, después de esa reunión tienen un Breefing, al que seguirá un Brain Storming y a ver si pueden llegar a tiempo para relajarse un poco en una Scape Room de todo el stress provocado por tantas reuniones y prisas.

Y todo seguirá igual…

Alberto Varela Amado, sumiller e CEO de Choiva Vinos