Sistema de clasificación de una zona vitivinicola “O CAPITAL”

La viña en Galicia es un bien preciado, un valor seguro, por lo menos lo era hace más de 80 años, pero el mundo ha cambiado y en las zonas vitícolas históricas de Galicia pierde valor y lo gana en zonas que antaño estaban dedicadas a cultivos de huerta, pasto o maíz. Son muchas las explicaciones y muy variadas, la respuesta es siempre la misma, la falta de memoria a medio y largo plazo nos substrae de realidades pasadas y nos asienta en el presente sin más ataduras. El futuro se suele anclar en el presente, en lo que sucede ahora mismo y no en el pasado, en la experiencia, en lo que a lo largo de siglos fue experimentado y consolidado como un axioma en que no había más verdad que la ofrecida por la propia naturaleza.

En el Ribeiro nunca se hablaba de viñas, se hablaba de “capital”. Todos los viñedos en las cuencas de los ríos Avia, Miño, Arnoia y sus afluentes eran tenidos como un capital que se transmitía de padres a hijos, de generación en generación, y que procuraba prosperidad y supervivencia a quien lo poseía. Por eso el empeño de todas las familias en poseer cada vez más capital, es decir mayor superficie de viñedo. Dependiendo de donde estuvieran situadas las viñas, su fisonomía y vocación para dar vinos de gran calidad o cantidad, tenía un precio u otro, a modo de clasificación la zona de Ribadavia y todo el Ribeiro de Avia tenía mayor valor que los viñedos de otras localidades o zonas próximas. Ocurría algo parecido en la actual Ribeira Sacra, donde el viñedo de Amandi tenía mayor valor que el que pertenecía a Chantada o Portomarín. Actualmente el valor del viñedo más alto está en las Rías Baixas, aunque esta denominación de origen es muy joven – apenas 40 años – y su crecimiento acelerado la hace víctima de grandes contradicciones y desequilibrios entre zonas aptas y de calidad, está claro, no obstante, que las viñas de las subzonas del Condado  y parte del Rosal, ambas a orillas del Miño, son las que mejor aptitud tienen para la maduración fenológica de la uva, y con mayores posibilidades de obtener una uva de calidad y con menos tratamientos, que las expuestas en el húmedo y fresco litoral, algo consabido desde hace siglos. Por tanto tenemos en Galicia un orden establecido durante siglos en el que los mejores viñedos situados en las cuencas de los ríos Avia, Sil, Miño, Arnoia y Támega tienen un valor muy por encima del resto. Esta clasificación establecida normalmente por usos y costumbres, y en algunos casos bien documentada, es lo que da valor a un vino. Semejante forma de proceder y para preservar la calidad y el origen de los grandes vinos y su valor en el mercado se ha dado en ciertos lugares de Francia, Italia, Alemania y Suiza, incluso en lugares del nuevo mundo vitivinícola se han establecido zonas o una clasificación de viñedo en función de parámetros que tienen que ver con la calidad del vino.

Todos hemos oído hablar de los Grand Crú o Premier Crú de la Borgoña, o de Burdeos, son vinos con una fama y un valor muy superior a cualquier otro vino, producidos en un viñedo singular, por su historia, situación, composición de la tierra, orientación, antigüedad y tradición.  Mientras en Galicia y España hemos apostado por diferenciar los vinos en función de si están en barrica, ánfora, son crianzas o reservas, etc, es decir la supuesta calidad se basa en el continente y en la tecnología empleada y no en el viñedo como se hacía antaño, y como se hace en las zonas vitivinícolas más reputadas del mundo. En la mayor parte de las zonas vitivinícolas del estado español la calidad se entiende por dos factores, la variedad de uva y la elaboración en bodega, es igual que el viñedo esté empapado en herbicida, tenga 20 tratamientos de pesticidas, fungicidas y abonos sintéticos, o que esté inundado de agua o con riego por goteo, eso no importa, es más importante que el vino resultante esté en huevo de granito, ánfora o fudre, o que sea de una sola variedad de moda.

El origen si que importa

Contra esta situación que maquilla la calidad, algunas zonas de España han apostado por definir lo que tiene que ser un viñedo de calidad y clasificarlo dando por entendido que una variedad de uva o una barrica no puede ser sinónimo de calidad si no va precedida de un origen, una tierra, un clima, el lugar donde crece la vid, las condiciones naturales y las prácticas culturales que definen el lugar de cultivo. De esta forma las denominaciones de origen Priorat (2.197 ha) y Bierzo (2.378 ha) han dado un salto de calidad al clasificar su viñedo y establecer parámetros de calidad basados en el origen, dos zonas vitivinícolas que podemos considerar pequeñas en términos de extensión de viñedo y producción, pero que han sido catapultadas al olimpo de los vinos por su forma de entender la calidad. 

Galicia sitio distinto

¿Qué pasa en Galicia?, si Bierzo y Priorat han potenciado el territorio por encima de la variedad, y ya se está trabajando en otras zonas de España en esa dirección, en la vieja Galicia que comparte las mismas variedades y forma de entender el vino, tan solo el Douro portugués mantiene una clasificación legalizada y que es cuestión de estado. En la Galicia actual se prima la variedad, y se ponen etiquetas basadas en monovarietales y en la forma de elaborar,  más cerca de lo que podríamos encontrar en Australia, Nueva Zelanda o Argentina, una forma de competir desfavorable a medio y largo plazo. Contra esta tendencia y dictadura de las grandes bodegas gallegas que tienen el control de las denominaciones de origen, con permiso de la Xunta de Galicia, y que fomentan la producción de monovarietales como presente y futuro de la viticultura de Galicia,  aparecen otras voces de cambio y con ganas de demostrar que el origen es lo que importa. Llega Galicia tarde al cambio, porque la administración gallega ha sesteado, no ha sabido ver por dónde van los tiros y ha dejado relegada a zonas históricas que durante mil años tuvieron una clasificación y aportaron prestigio y dinero a Galicia, es el caso del Ribeiro, Amandi o Condado. Hoy vemos como el futuro que ofrecen las grandes bodegas es ampliar y agrandar zona de viñedo en montes comunales o áreas nunca antes usadas para la vid, hoy está de moda el godello, el albariño, y mañana puede que la Treixadura, y en este escenario se mueve la industria del vino en Galicia en connivencia con la Xunta de Galicia. Mientras  los colleiteiros del Ribeiro, sommeliers de Galicia, prescriptores y otras voces autorizadas en el mundo del vino alertan de la necesidad de hacer vinos pegados a la tierra, a la singularidad del territorio, a la historia, a la cultura y tradición, para diferenciarse, para competir en calidad. Para que las piezas del puzle encajen es necesario acometer una clasificación y zonificación del viñedo, dejar de ampliar por decreto y establecer un territorio ordenado, producir con sentidiño, respetando y protegiendo la naturaleza y a los seres vivos. 

Los colleiteiros del Ribeiro y muchos viticultores gallegos, dentro y fuera de las actuales D.Os. lo saben, lo desean y lo promueven, si la administración no da el paso en los próximos dos años, lo harán estos productores de viñedos singulares y zonas históricas. Alejados de las imposiciones de las grandes bodegas, aún a costa de salirse de esas denominaciones de origen controladas por la gran industria. 

¿Qué hay que clasificar?

Primero hay que entender que Galicia dispone de una historia muy rica en producir vino durante los últimos mil años, vinos que conquistaron el mundo y que provocaron una  clasificación y ordenamiento del territorio desde el s.XII, con esta base es fácil construir una zonificación, ya que los viejos viñedos están ahí, a veces abandonados, pero bien documentados y regulados desde la Edad Media, en las riberas del Avia, Miño, Sil, Arnoia, Bibei, Ulla y Támega. 

Clasificar y proteger los viejos viñedos y las zonas históricas poniéndolas en lo alto de la pirámide es fundamental para dar valor a la viña  y proyectar grandes vinos a nivel mundial, actuando sobre la base productiva, los suelos, el tipo de viticultura, los rendimientos, la edad de la vid, etc 

Es necesario por tanto crear una clasificación piramidal, que ampare a los nuevos y viejos viñedos, que cree un distintivo de máxima calidad partiendo de una base en la que estarán los vinos normales, de las denominaciones de origen y de las I.X.P. solo en zonas amparadas, luego la pirámide se irá estrechando en función de la situación, antigüedad, tipo de viticultura, antigüedad, orientación, tipo de suelo, rendimiento, etc y en la punta estarán los viñedos excepcionales, singulares, únicos.

Revalorizar las mejores viñas contribuirá a la consolidación del medio de vida en el rural, ya que son los pequeños productores o propietarios de viñedos históricos o singulares los que cuidan y preservan ese legado, habitando en eses espacio y contribuyendo a hacer población y vecindad. En el rural gallego el capital humano es proporcional al capital productivo de la tierra. En definitiva, es el capital, el legado para las nuevas generaciones, es el valor de la tierra y de quien la cuida.

 

Antonio Míguez Amil, Investigador y viticultor