Adega Soños do Desterro

‘Nos encantaría ser un ejemplo de que vivir dignamente en el rural es posible’

Ana y Pablo llegaron a Cuñas, una pequeña aldea del Ribeiro en la zona de Cenlle, buscando levantar su hogar-bodega y vivir con dignidad en el rural. Recuperar esa vida dedicada al campo, sin grandes lujos materiales, pero sí muchos naturales en forma de puestas de sol y tiempo que no se escapa entre lavadoras y trasporte público. Hace poco más de un año que el primer vino de Soños do Desterro, Bagos de Figueira están en el mercado. Macerado y fermentado con los hollejos, y con aromas que recuerdan a las mermeladas de higo, es un vino diferente que está conquistando paladares ya por muchos puntos de la península. Esta primavera, empezarán a comercializar Cabaliños da Barouta, un tinto que recupera las variedades típicas del Ribeiro.

 

¿Cómo empezáis a hacer vino? ¿Por qué en Cenlle?

Pues veníamos de Asturias. Ana es de Gijón, estábamos allí trabajando, pero queríamos empezar un proyecto ligado al vino en el rural. Elegimos Cuñas porque era lo que más se adecuaba a nuestro presupuesto, no te voy a mentir, somos dos currantes sin una gran fortuna –ríe–. Se dieron ambas condiciones: nos gustó esta zona del Ribeiro y además era factible. Empezamos hace 7 años ya, simplemente trabajando pequeñas parcelas y realizando elaboraciones de probatura, hasta que dejamos Asturias, apostando todo por este nuevo proyecto de vida. Teníamos claro que, con estas bases sólidas, íbamos a tirar para adelante. La primera añada fue el 2022, antes sólo habíamos compartido nuestro vino con amistades, hace apenas dos años fue la primera venta. Así que, estuvimos 5 años haciendo pruebas poco a poco.

Soños do desterro, ahora que conocemos los inicios, parece que tiene algo de autobiográfico.

Soños do desterro es un proyecto que parte muy desde abajo. No somos profesionales liberales que busquemos invertir, somos dos trabajadores que hemos puesto todos nuestros ahorros en nuestra ilusión, tener una bodega. A veces, existe la tendencia a pensar que determinadas iniciativas parten de un cierto status, y en este caso no. Hay quien quiere abrir una mercería o una frutería, nosotros queríamos abrir una pequeña bodega con esa misma filosofía. Por eso, primero aprendimos a ser ‘labregos’, una profesión con la que estamos totalmente alineados, labregos transformadores, algo que se perdió en esta zona. ¿El nombre entonces de dónde proviene? De lo que para nosotros es un sueño, no sólo trabajar la tierra, sino dar el paso de la transformación y poder vivir de producciones sensatas, hechas a mano. Eso es el ‘soños’. Además, todo esto nos recuerda mucho a Neira Vilas, en Memorias dun neno labrego, somos dos personas muy sencillas pero que tenemos un sueño humilde, que nos permita simplemente vivir con dignidad. Desterro es porque como somos muy militantes, en muchos campos, consideramos que siempre estamos fuera de lugar. Nos llaman ‘os da montaña’. Es una especia de trashumancia vital, de entornos diversos. Esa es la fusión.

¿La bodega la formáis sólo vosotros dos o contáis con más equipo?

Todo lo hacemos nosotros. Trabajamos y defendemos el minifundio, aunque es cierto que da mucho trabajo porque mecánicamente tienes más dificultades. Exige capital humano, y el rural se está muriendo porque no hay gente, y no hay gente porque no hay opciones de trabajo. El latifundio en el vino da unas características muy diferenciadas, pero el minifundio hace que la gente pueda quedarse, porque hay opciones de trabajo sobre todo si optas por la transformación.

¿Tenéis formación o sois autodidactas?

Paralelamente al cambio de vida, también nos formamos. Ana acabó el grado de técnico superior en viticultura, pero también aprendimos a cuidar las viñas de la forma tradicional, como se trabaja en la zona, pero estamos actualizados para conocer y aplicar si es preciso las nuevas técnicas.

¿Cómo es vuestro vino?

Siguiendo esta filosofía, hacemos elaboraciones sencillas, de mínima intervención, con mostos naturales circulando en sus diferentes estados de maceración, fermentación y ensamblado por depósitos poco o nada modificadores de los aromas y sabores primarios de nuestras uvas. De hecho, no tenemos enólogo. Consideramos que hay que quitar un poco de rigidez a este sector, con nuevos proyectos que hagan cosas diferentes, no porque consideremos que la figura del enólogo no sea necesaria. No lo es para nosotros, que hacemos vinos espontáneos y naturales: no utilizamos levaduras, no intervenimos en las fermentaciones. Pensamos que los vinos son el resultado y el reflejo de como trabajes la tierra.

El blanco, Bagos de Figueira, está empezando a dar sus primeros pasos. Tiene una particularidad que no es novedosa, pero dentro de las propuestas del Ribeiro quizás sí, que es la forma de vinificarlo. Lo vinificamos como si fuera un tinto, en el proceso de elaboración normalmente los tintos empiezan a fermentar a partir del mosto. Hicimos esa fermentación con la piel, que le da una impronta distinta. Es un vino que tiene unas intensidades aromáticas y de paladar particulares. Estamos notando que es resultón, en una cata a ciegas no lo identificas con un Ribeiro, pero bueno, es una forma de diferenciarnos. Aparte de que nos gustan ese tipo de vinificaciones, es el primer producto y tienes que presentarte con algo que no sea muy común.

¿Ahora estáis a punto de lanzar un tinto con variedades típicas del Ribeiro verdad?

Sí, el Cabaliños da Barouta. Es un vino plurivarietal de color cereza intenso, sedoso, delicado y con la leve impronta de la rusticidad que le da la madera de castaño, lo único que hicimos de aporte a sus propias castes. No es muy frecuente utilizarla en Galicia, sobre todo en la zona de Ribeira Sacra, y lo hicimos así porque la barrica de castaño no aporta mucha madera, las castes aquí en el ribeiro ya son lo suficientemente expresivas para que el vino tenga personalidad propia.

¿Por qué estos nombres?

Bagos de Figueira, se llama así porque cuando lo describen gustativamente recuerda a las mermeladas, sobre todo recuerda a una de higo (figueira es higuera en gallego). Por otra parte, A Barouta es una de nuestras cuatro viñas, que tiene unas escorrentías de agua muy abundantes. En esa finca cae mucha agua del monte, las cepas están muy habituadas al agua también y se dan mucho los cabalinos de monte, las libélulas. Entonces estamos trabajando, y las vemos. Son muy curiosas. Así decidimos ponerle el nombre.

En vuestra biografía de Instagram reza: viño feito con cariño e honestidade (vino hecho con cariño y honestidad). ¿Así podríamos resumir vuestra filosofía?

Sí, es algo que envuelve todo esto. Lo primero, demostrarnos a nosotros mismos que podemos conseguirlo, pero si sirve de algo la vida que llevamos, que sea para recuperar este Ribeiro que se está abandonando. ‘Esto no da, esto no vale…’, hay una visión muy pesimista del agro en esta zona. En contraposición a esto, empresas potentes dentro del mundo del vino compran e invierten aquí. Vienen empresas profesionalizadas, con proyectos grandes, y si vienen es por algo. Aquí hay una riqueza que se puede explotar, aunque ahora mismo esté cubierta de tojos. Nosotros estamos del otro lado. Pensamos que gente más humilde, si conseguimos un mínimo de ayuda y con un poco de esfuerzo, podemos conseguir lo que se da en Francia: ser productores y poder vivir de una hectárea y vivir de ello, sin más lujos que ir el domingo al cine. No sé si me explico.

Lleváis un año prácticamente comercializando Bagos de Figueira, ¿tiene buena aceptación?

Estamos viviendo ese momento de salir confort de tu casa o bodega, que en nuestro caso es lo mismo– ríe–. Llega ese momento en el que piensas que el vino está listo para vender. Cuando lo sacas a la calle, a los productores nos pasa un poco eso, pensamos siempre que nuestro hijo es el más guapo. Pero muy bien, contentos. Lleva muy poco en el mercado y estamos recibiendo muy buen feedback. Sorprende. Nos consta que la opinión es que son vinos muy bien hechos, por lo que en restauración estamos empezando a vender en zonas que no eran muy imaginables: en varios puntos de España, en Guías Repsol en Castellón… eso da un poco de vértigo. En Galicia empezamos a moverlo en la zona de A Coruña. Vamos poco a poco, porque realmente la comercialización empezó en enero, ya que siendo fieles a la producción honesta que queríamos hacer, necesitaba un tiempo en botella. Es una recompensa ver que el trabajo tiene sus frutos, estamos animados. Cabaliños da Barouta, el tinto, lo sacaremos al mercado en mayo o junio. 

¿Cuál es la meta, quedan sueños por cumplir?

Uno de nuestros sueños, que por otra parte sería lo que más nos halagaría, es que se llegue a pensar, aunque sea mínimamente, que sí se puede optar a vivir en el rural con dignidad. Que, desde proyectos humildes, se pueden hacer cosas con calidad, con planteamientos que no atenten contra nuestra salud y con prácticas más respetuosas con el entorno.

También nos gustaría poder llegar a un mayor equilibrio entre los costes de producción y venta. Este tipo de proyectos de elaboradores pequeños, conllevan costes que trasladas al producto final, y te entran en dudas, porque curiosamente tú no podrías pagar la botella que vendes. Nosotros no nos podríamos permitir habitualmente una botella de 30 euros en un restaurante, mismamente. Por eso, también nos gustaría llegar a ese equilibrio para ser un vino que cualquier persona se podría permitir comprar porque sí. Y que la gente que paga por el producto, pase un momento feliz, disfruten la botella en buena compañía y nada más.