Cecilia Fernández, enóloga bodega Alvaredo Hobbs

‘El mejor vino siempre está por llegar’

Cecilia Fernández, enóloga en la bodega Alvaredo Hobbs en Ribeira Sacra y propietaria de su propio negocio de asesoría en A Rúa de Valdeorras, lleva toda la vida ligada al mundo del vino. Aunque, nos confiesa, no bebe mucho fuera de ‘la oficina’, cree que lo mejor de su carrera está todavía por llegar, ya que haberlo pasado ya significaría conformarse y no seguir trabajando por conseguir un vino cada vez mejor. Compagina su trabajo como gerente de la bodega de Alvaredos junto a Antonio López Fernández con la asesoría de pequeñas bodegas como la asturiana Las Danzas, un proyecto que intenta conservar la esencia de los vinos de las laderas de Cangas del Narcea, con el que está especialmente ilusionada.   

¿Cómo llegas a esta profesión?

En mi casa siempre se hizo vino, aunque a mi no me gustaba –ríe–. Empecé a estudiar Biología, para moverme a Ciencias del Mar, mi verdadera pasión por aquel entonces. Un día en clase de microbiología aplicada, hicimos vino. Allí, en el laboratorio de la facultad, empezó todo. Fuimos a visitar alguna bodega, me apunté a la vendimia, y me empezó a interesar muchísimo todo ese mundo. Recuerdo especialmente una Feria de Valdeorras, donde empecé a probar cada uno de los vinos y me pareció un sector muy interesante. Una vez que empiezas a conocer a las personas que trabajan en el sector vitivinícola, te atrapan. El destino me fue llevando, así que cuando terminé de estudiar biología acto seguido empecé enología en Logroño.

¿Cómo fue tu camino hasta llegar a Alvaredos Hobbs?

Terminé mis prácticas en una bodega del Bierzo, me quedé un par de años más en la zona desarrollando mi proyecto de investigación. Tras 8 años al lado Rafael Palacios fui madre, y me replanteé un poco mi situación. Hasta que me di cuenta que llevaba 9 meses hablando con un bebé y necesitaba volver a trabajar –ríe–. Hice una primera vendimia de nuevo como toma de contacto y empecé a buscar activamente, fijándome en qué necesidades que había por la zona: asesoramiento, laboratorio, alquiler de equipos… y decidí montar mi pequeña consultoría.

¿Y cuándo conoces a Antonio? ¿Cómo es ese primer encuentro? 

Cuando llego a Alvaredos, era todavía verano de 2017, la bodega aún no estaba en marcha. Llegó todo de golpe: acababa de abrir mi asesoría- tienda en julio, y conocí a Antonio en agosto. Congeniamos muy bien en nuestro primer encuentro. Y desde la barriga, que podemos decir. El proyecto se inicia en noviembre de ese mismo año, empecé desde los albores.  En noviembre de 2018, un año después, empezamos a montar y poner en marcha la bodega.

¿Cómo es un día de trabajo para ti desde que te levantas hasta que llegas?

El trabajo de una enóloga cambia mucho de un día para otro, es una de las cosas que más engancha. Pero en líneas generales te puedo decir que dedico mucho tiempo a Alvaredos Hobbs. Además, tengo una pequeña asesoría-tienda en A Rúa y lo combino con pequeños trabajos en otras bodegas gallegas y asturianas. En nuestra zona había pocos locales donde poder encontrar las referencias de la comarca, así que nuestra idea siempre fue crear un punto de venta con una pequeña sala de catas, que tuviese todas las referencias de la comarca. Ofrecer un espacio para los bodegueros, ya que prácticamente sólo había supermercados.

¿Y qué hago en Alvaredos? Pues trabajo en bodega, apoyo en laboratorio y también controles, es decir, trabajo de ordenador puro y duro.

¿Cuál es el proceso que más disfrutas en tu trabajo, tu favorito? ¿Y la tarea más complicada o delicada?

Al principio, no me apasionaba estar en bodega, trabajar con los vinos, y demás y cada vez disfruto más de esa parte. Salir a la viña, cuidar las plantas, verlas crecer… desde la pandemia la necesidad de salir se nota. Cuando vas trabajando en la misma bodega muchos años, con los mismos viñedos, te das cuenta del gran trabajo que hacemos como equipo. Como afecta todo, hasta el tipo de poda.

El tema de documentación, seguimientos, trazabilidad es el que menos se disfruta, el Excel, aunque es muy importante. Una de las tareas más importantes.

Si tuvieses que explicarle a una persona totalmente desconocedora del mundo del vino qué diferencia a cada uno de vuestros vinos, cuál es su carácter, su acento, ¿cómo lo expresarías? 

Cuando explico un vino, siempre lo hago a través de la historia que hay detrás, de lo que buscamos. ‘Tratamos de buscar un vino redondo, untuoso, más fresco. Con un poso más ligero, que no te llene tanto la boca…’, por ejemplo.

En el Godello se busca un poco el perfil más americano, son unos vinos más redondos, voluptuosos, germinados, no dulzones, pero sí con un pase de boca de gusto redondo. Los americanos no buscan tanta acidez. Aunque la acidez es similar a otros vinos, en torno a 5,5 o 6pH, pero es una frescura más balsámica. Se mantiene la estructura del vino en la boca.

En los tintos nos gusta la Mencía, pero trabajamos un poco diferente al resto de la DO Ribeira Sacra.  Suelen ser más vinos más frescos, con una sensación más verde… Sin embargo, nosotros trabajamos vinos mucho más madurados. Se trabaja con bastante extracción, lo que resulta en vinos redondos, muy intensos de sabor y mucha intensidad de color. Y trabajamos también bastante con la madera, en torno a los 9 y 12 meses, barricas de 500 litros toda en madera… es una de nuestras señas. 

También nos gusta la Garnacha. La idea también es la mezcla de Mencía con Garnacha, que resulta en un vino un poco más rudo, más rústico.

Esos son los perfiles diferenciados que podemos tener en las viñas.

Recuerdas algún feedback sobre vuestros vinos que realmente te sorprendiera?  

Hace poco, Sara Jane Evans, una de las primeras poseedoras del título de Master of Wine, marcó nuestro Mencía entre sus vinos favoritos de España del año pasado. Si ella, que conoce tanto los vinos españoles da esa valoración, es con lo que me quedo. Una satisfacción increíble.

Cuando estáis plantando el viñedo, ¿en qué mesas os lo imagináis?  

El público americano es nuestro principal cliente, debido a la estructura de la empresa. En Asia también triunfan. Son vinos de un perfil alto, de pequeñas producciones, no es un vino asequible para todo el mundo. 

¿Cuál dirías que es el mayor logro de tu carrera hasta la fecha? 

En general estoy orgullosa de todo lo conseguido, cada buena opinión cuenta. Me motiva mucho el feedback que recibo en las ferias y sobre todo ver que la gente está dispuesta a pagar la botella. Pero el mayor premio siempre está por venir: alcanzar un vino cada vez mejor o llegar a conseguir los 100 Puntos Parker –ríe–. Que va, en realidad mi propósito es seguir haciendo grandes vinos y que la gente los disfrute, si tienen una súper puntuación pues fenomenal, pero lo importante es que la gente los disfrute y los consuma.