En este artículo intentaré transmitiros algunos apuntes sobre la experiencia acumulada en la relación, como viticultor, con dicho insecto invasor.
Considero que la situación de cada viticultor es diferente dependiendo de la región natural en la que se ubican sus fincas; en el paraje natural en el que se ubica mi viñedo es una comarca natural denominada “Mariñas de Betanzos” situada en el área de influencia atlántica de la Provincia de Coruña, forestal y con condiciones óptimas para favorecer su poblamiento y desarrollo exponencial desde su introducción. El agua, y toda la vegetación ligada a ella, es también un gran aliado en su evolución.
En una primera situación se le considera un enemigo, principalmente vinculado a la seguridad pública por situaciones que se están presentando; por accidentes que en algunos casos provocan la muerte de personas que realizan trabajos principalmente de carácter rural.
Todos observamos y analizamos los efectos de esta nueva visitante, un poco desconcertados sin saber a ciencia cierta si vendría para quedarse. Año tras año vimos que no sólo se mantuvo, sino que aumentó su población y/o su radio de incidencia. El sector animal más afectado inicialmente fue el de la apicultura, que se redujo notablemente, así como el abandono de muchos colmenares de carácter más familiar, para el autoconsumo, continuando los profesionales enfrentándose a numerosos problemas e implementando nuevas técnicas para su control.
En esta fase primaria muchas poblaciones no se ven afectadas ya que su ubicación estaba alejada de las zonas de influencia de dicho insecto. Con el paso de los años, ya conocemos un poco más sobre sus hábitos de vida, viendo que inicialmente se ubica en las zonas altas de los árboles, principalmente en el mundo rural, expandiéndose posteriormente al espacio urbano. Pasa a colocar sus nidos al nivel del suelo en terrenos agrícolas expuestos al sol y con abundante vegetación.
Hemos comprobado que sus nidos al final de su ciclo de vida anual, son abandonados y se autodestruyen coincidiendo con el frío y las aguas del invierno. Se aprecia, hoy en día, con las condiciones climáticas muy favorables, su ciclo de vida continúa prácticamente durante todo el invierno. Sus crías se ubican en espacios protegidos hasta la nueva eclosión, y constitución de un nuevo núcleo la primavera siguiente.
Sabemos por experiencia que es un animal muy feroz, aprovechando de forma muy dominante todo el azúcar y proteína que encuentra a su paso. A ser posible, todos los animales con función entomófila son su principal objetivo, ya que disponen de la ración completa eliminando al animal portador de néctar y polen, como es el caso de la abeja melífera.
Ya hemos definido un poco la velutina y ahora la vamos a colocar en el espacio que nos interesa en nuestro caso que es la viña.
Como en cualquier otro cultivo, principalmente frutales, la presencia constante de velutina crea un grave problema de seguridad para las personas que se ocupan del mantenimiento de dichos cultivos, tanto por el posible establecimiento de colonias en el suelo del propio viñedo, principalmente ruibarbo, o por mantenimiento previo de la añada, como en la realización se entrega. En el mantenimiento previo a la cosecha, el descascarado con máquinas es la actividad más riesgosa. En el mantenimiento de la vegetación, los riesgos aumentan a medida que se produce la cosecha, es decir, en nuestra región desde el mes de agosto hasta la cosecha que no se realiza en el mes de septiembre. Estos efectos se complementan con otros que son de bajo rendimiento y producción, así como disminución de la calidad de la uva y por tanto de los mostos. Cabe destacar también la incidencia de la mayor incidencia de enfermedades, como la botritis, y la imposibilidad de realizar cosechas tardías debido a la destrucción total de la producción, derivada del aumento de la concentración de azúcar y por tanto mayor virulencia en sus ataques a dicha cultivos. Las limitaciones creadas por dichas especies invasoras son muy relevantes, productivas y de calidad. En zonas fronterizas, como es el caso del territorio donde se ubican nuestros viñedos, dadas las condiciones agroclimáticas templadas, las consecuencias son generalmente muy graves.
Las variedades no se ven afectadas de la misma manera, siendo atacadas inicialmente las más precoces, así como aquellas con mayor concentración de azúcares. No considero prioritario el color de la uva, ni tampoco su posicionamiento.
Debido a esta gravedad, los viticultores afectados utilizaban diferentes fórmulas de lucha. La fórmula particular, que hoy parece ser más efectiva, es la colocación de mallas protectoras que impiden la colocación de piel en las uvas. Este sistema es caro y supone un importante consumo de mano de obra, así como su conservación y almacenamiento durante todo el año.
Las fórmulas colectivas, mediante la intervención sobre los núcleos y colonias existentes, son igualmente importantes para reducir y mantener en cierta medida su expansión. Dada la situación de despoblación y envejecimiento de la población rural, es difícil lograr tal eficacia sobre una población de velutina, cada vez más importante.
La población afectada, que en mayor o menor medida somos todos, considera que la velutina ha llegado para quedarse y por ello debemos luchar por su erradicación. Llevo años observando sus efectos y movimientos, y no soy capaz de valorar ningún valor positivo más que su implantación en nuestro entorno. Por lo que se puede observar, su expansión es permanente y constante, llegando a espacios que se consideraban no ser su hábitat propio. Por otro lado, su capacidad de adaptación es muy grande, ubicándose, como decíamos antes, en espacios agrícolas y urbanos.
Es necesario incrementar la investigación y/o estudio de su control y posible erradicación dada la gravedad de la situación. Se requiere iniciativa pública, con la participación de todas las administraciones con la colaboración activa de todos los sectores afectados, así como una labor pública de prevención mediante la eliminación de núcleos al inicio del ciclo, cada vez más inseguro, dado también el efecto del cambio climático.
El efecto disuasorio que se produce mediante la acción directa sobre las velutinas, provoca efectos positivos, pero no son fáciles para explotaciones de determinadas dimensiones, además de tener que actuar a diario. Cada vez van apareciendo diferentes «artilugios» que consiguen contaminar las velutinas transportando dicha contaminación a la matriz del nido. Este efecto se llama: velutinas «troyanas». Desde los diferentes sectores afectados se considera necesaria la coordinación por parte de las administraciones, junto con los agentes más implicados en la solución de este problema.
Dada la gravedad de la situación, no se deben tomar soluciones aleatorias, pues conducen totalmente a la desesperación.
José Antonio Meixide Fernández
Profesor del CFEA de Guísamo y viticultor