Bodegas Guímaro

Entrevista a: Pedro Manuel Rodríguez

«Los vinos son un reflejo de tu personalidad y tus gustos, en esto la objetividad no existe»

Pedro Manuel Rodríguez lleva las riendas de una de las bodegas gallegas más premiadas y con mayor prestigio a nivel internacional, Guímaro. De esta empresa familiar ubicada en la subzona de Amandi salen cada año vinos con destino a 16 países como China, Israel, Taiwán, Canadá o Puerto Rico. Estados Unidos es uno de sus principales destinos de exportación, donde Guímaro entró un día por la puerta grande gracias a la puntuación que le otorgó uno de los críticos más influyentes del mundo, Robert M. Parker, y a varios artículos aparecidos en The New York Times que elogiaban varias de sus marcas.  A pesar del éxito, Pedro Manuel Rodríguez mantiene los pies en la tierra y asegura que sólo espera “poder seguir manteniendo las expectativas y seguir dando a conocer lo que es la Ribeira Sacra por todo el mundo”.

Guímaro es una de las bodegas más antiguas de Ribeira Sacra, ¿saben en qué año se inauguró?

La verdad es que hasta hace poco pensábamos que era de principios del siglo XX, pero cuando hicimos la obra encontré unos papeles con fecha de 1886.

Cuando habla de una obra, ¿se refiere a la remodelación que acometieron en 1991, con una reforma integral de la bodega?

Sí, hicimos una reforma importante y necesaria. La bodega de mis padres fue una de las fundacionales de la Ribeira Sacra, una de las 36 que impulsaron la Denominación de Origen hace 26 años y  hubo que hacer cambios para adaptarse a esos nuevos tiempos. Años después, en 2001, cuando volví a casa después de mis estudios en A Coruña se hizo una ampliación, y hace dos años hicimos la nave donde  estamos hoy.

¿Sigue siendo una empresa familiar?

Mis padres están más mayores,  pero aquí siguen. Yo siempre digo que el mérito de Guímaro es de ellos porque estamos hablando de personas que prácticamente no habían salido de aquí y que decidieron invertir lo que tenían en viñedos y bodega. El que ahora quiera desarrollar un proyecto en Ribeira Sacra lo tiene más fácil y digamos que se mete en algo seguro, lo de invertir tanto en aquella época tiene muchísimo mérito.

Desde el principio el objetivo de la bodega fue combinar las nuevas tecnologías con la tradición vitivinícola de la zona, a juzgar por los premios, les ha ido muy bien

Digamos que cuando empezamos al principio nunca esperamos llegar a donde estamos hoy. Me acuerdo del periodista del New York Times, que estuvo aquí en 2008, después de que nos destacaran los de Parker en sus puntuaciones, y cuando volvió el año pasado a hacernos otro reportaje, él se reía recordando la primera entrevista que nos hizo porque decía que la primera vez que estuvo aquí yo le decía a mi padre que no se preocupara, que en diez años estaríamos vendiendo nuestro vino en las principales ciudades de todo el mundo, y que mi padre me miraba como si estuviera loco. Hoy, ocho años después de esa entrevista, me doy cuenta de que ese sueño se cumplió y tenemos vinos en los principales países.

La verdad es que aunque su padre no creyera mucho en ese sueño de conquistar mercados, sí que invirtió y apostó por la bodega

Es cierto, en ese sentido siempre tuve mucha ayuda en casa. Mis antepasados eran molineros y mis padres trabajaron toda la vida el campo, ellos querían que si me dedicaba a esto fuera con todas las garantías para que podía ser mi medio de vida para el futuro. Realmente lo que buscaban es que yo pudiera vivir dignamente de esto.

Entre las innovaciones que puso en marcha en su bodega se encontraba una experiencia con vino envejecido en roble francés, ¿qué fue de esa iniciativa?

La primera parte de esa experiencia fue con Luis Buitrón y fue él quien me presentó a Raúl Pérez en el año 1998. En  2002 decidimos hacer el primer vino de parcela, El Pecado, que  también llamamos Finca Capeliños. A día de hoy seguimos haciendo ese vino, con las dos marcas, y en 2010 incorporamos otro que se llama La Penitencia. También trabajamos con una bodega portuguesa Niepoort, y tenemos algún proyecto más por ahí. Después de muchos años de estudio, tratamos de hacer vinos con las fincas que pueden dar algo más de sí. La gente que no conoce Ribeira Sacra no sabe que en fincas de menos de un kilómetro de distancia se pueden hacer vinos muy diferentes ya que cambia mucho el tipo de suelo, las altitudes y orientaciones. Creo que esa es la gran riqueza que podemos explotar en esta tierra: los perfiles tan diferentes de vinos que puede dar esta tierra.  Creo que es donde va a estar el futuro de esta zona.

¿Cuántos vinos tienes ahora mismo en el mercado?

Siete propios, vamos a sacar otro en enero que se llama “Camiño Real”, y tengo otros proyectos conjuntos como el “Divina clemencia”, con un amigo mío que hace un vino en las riberas del Miño. También el “Ladredo”, que hacemos con Niepoort, y los vinos que hago con Raúl.

También tenía la idea de sacar un vino ecológico con variedades autóctonas, ¿consiguió sacarlo al mercado?

Es el que sacamos a principios del mes de diciembre, se llama Guímaro A Ponte. Es un proyecto que viene de lejos, cuando volví de estudiar con 27 años compré la parte de la finca que no era de mi abuela, una finca que su familia había comprado en 1898 con dinero que había mandado un pariente de Cuba. Fue una suerte porque este antepasado mandó el dinero tres meses antes de que España perdiera Cuba, de haber tardado más quizás la historia no sería la misma. Al comprar el terreno de la otra parte de la familia, en 2010 cuando ya tuvimos dinero para preparar la finca, metimos las variedades autóctonas gallegas (Caíño, Sousón, Brancellao, Merenzao, y también Godello, Treixadura y Albariño).

¿De todos los vinos que tiene la bodega en el mercado, hay alguno al que le tenga especial cariño?

Para mí el vino que tiene un significado especial, sobre todo en estos momentos porque mi abuela murió este año en vendimia con casi cien años y tengo muchos recuerdos de  mi niñez con ella, fue el primer vino que hicimos, el Capeliños, que es de 2002. De nuestros vinos ese es mi preferido, y parece ser que es también el que más le gusta a la crítica porque es el vino que todos los expertos puntúan muy bien. Por ejemplo, Parker le dio al de la última cosecha  97 puntos.

Ribeira Sacra está de moda, eso es innegable, ¿ese tirón lo notan también en las ventas?

Estamos creciendo cada año, poco a poco, así que sí, algo se nota. Cuando empezó en España la crisis económica empezamos a trabajar más para los mercados exteriores, principalmente Estados Unidos, y hoy estamos en 15 ó 16 países más como China, Israel, Australia, Corea, Taiwán, Canadá, Puerto Rico, Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra, Noruega, Suecia, Irlanda… Es algo que nunca imaginamos, pero afortunadamente estamos llegando a todos partes, sólo espero poder seguir manteniendo las expectativas y seguir dando a conocer lo que es la Ribeira Sacra y la zona de Amandi por todo el mundo.

¿Qué porcentaje de la producción de Guímaro se va actualmente fuera de España?

Creo que ahora mismo enviamos fuera algo más del 50% de la producción. En este sentido, nosotros hemos apostado por diversificar, podríamos enviar más vino a determinados países pero lo que intentamos es tener presencia en todas partes, y correr menos riesgos que si apuestas sólo por dos o tres destinos.

Desde 1995 no han parado de recibir premios, ¿alguno que le haya hecho especial ilusión?

Lo de Parker fue un antes y después, no sólo para Guímaro sino también para la propia zona porque digamos que a raíz de eso se nos conoció mucho más. Fue el detonante para que viniera gente de todas partes y de muchísimo medios interesados en nuestro trabajo. También fue muy importante salir en el New York Times, sobre todo en el primer reportaje porque fue al principio de todo cuando la bodega aún estaba arrancando.

¿Qué tiene de especial la subzona de Amandi?

Para mí, evidentemente, es especial, es mi tierra. Si existieran los vinos de pueblo, éste sería el pueblo con los vinos más interesantes pero bueno, soy consciente de que hay viñedos buenos en todas las zonas de Ribeira Sacra. Estos viñedos tienen unos costes elevadísimo de producción y  creo que la Denominación de Origen tendría  que dar un paso más  y hacer más subdivisiones para tratar de sacar el máximo rendimiento a las viñas de parcela o de mezclas de parcelas, que nos permitiesen hacer vinos diferentes. Digamos que la Denominación nació con una sola categoría de vino y yo creo que  el futuro pasa por eso que te digo, al igual que sucede en las zonas vitivinícolas más importante del mundo como Borgoña. Nos queda mucho camino por recorrer, somos una denominación muy joven y opino que para que la zona realmente sea valorada aún tienen que pasar varias generaciones.

¿Hablando del paso del tiempo, en Guímaro también habrá relevo generacional?

Mis hijas todavía son muy pequeñas, a mí me gustaría y si no son mis hijas, que sean mis sobrinos. La bodega es el proyecto que iniciaron mis padres con mucho esfuerzo, con mucho trabajo  y evidentemente claro que me gustaría que tuviera continuidad. A ver qué pasa.

Ya por último, ¿cómo le gustan a Pedro Rodríguez  los vinos?

Como en otras cosas en la vida, en el mundo del vino lo que te gusta al principio va cambiando con el paso de los años. Para poder hacer el perfil de vino que te gusta, primero tienes que haberlo probado, esto es así, y después no copiar lo que te gusta sino adaptarlo a tu entorno, a tu tierra, a tu clima, a tus variedades. A mi me gusta probar muchas cosas y pienso que es bueno, que hay que probar de todo, es algo que enriquece y que te da un mayor criterio para poder elegir después. Al  final tus vinos son un reflejo de tu personalidad y tus gustos, la objetividad no existe.  En general, aunque depende mucho de cada momento, me gustan mucho los vinos de la zona del Ródano norte. Los franceses para mí siguen siendo la referencia, creo que en vinos de alta gama siguen estando por delante, en cambio, en vinos digamos que normales y relación calidad precio en España estamos muy bien, hemos avanzado mucho.