“El intercambio de experiencias con gente de otras denominaciones de origen es un gran aprendizaje”
Adega Vella es una empresa peculiar, casi tanto como su propietario, Jorge Feijóo, quien, junto a su mujer, su hijo Iago y un grupo de expertos que los acompañan en el día a día, ha impulsado un proyecto tan personal como atractivo. Veintiséis vinos son los que han salido, hasta el momento, de las 16 hectáreas de viñedo que cultivan con mimo y dedicación y el número sigue creciendo. Las elaboraciones de Adega Vella, que han recibido importantes reconocimientos, esconden la pasión de un chiquillo que desde bien pequeño supo que lo suyo era cultivar esa tierra que le vio nacer.
¿Cómo surgió el proyecto de Adega Vella?
Desde niño ya sentía este amor por la tierra que ha marcado toda mi vida. Tenía una gran vinculación con mi pueblo, que es una zona vitivinícola importante, pero en aquel tiempo, y hablando de vinos imperaba más la cantidad que la calidad de lo que se producía. Pero vamos, que desde chavalito ya me llamaba la atención este mundo. Y cuando crecí un poco, se convirtió en una parte importante de mi vida, ahorraba lo que podía para comprar buenos vinos y disfrutar bebiéndolos. El vino me fue hechizando, heredé algo de tierra y en 1995 planté la primera viña, lo hice sobre todo por respetar el terreno y a mis padres que, de alguna manera, nos habían trasmitido ese amor, aunque en esa época yo todavía no era consciente de esto. Con el paso del tiempo me di cuenta de que la viticultura era una buena alternativa profesional y cuando quise darme cuenta esta “enfermedad” ya me había dado de lleno y no había marcha atrás. También se dio la circunstancia de que yo trabajaba en una fábrica y me quedé sin trabajo por lo que la idea de montar una bodega vino un poco rodada.
¿Cuándo hicieron la primera vinificación?
En 2004, la hicimos en una casa muy antigua del siglo XII, que había sido alberge de peregrinos y bodega de la iglesia y que, además, había sido la casa de mis antepasados. Empezamos la bodega con menos de una hectárea en el año 2005 y a partir de ahí empezamos a alquilar viñedo. Hoy trabajamos alrededor de 16 hectáreas, presumimos de nuestra viticultura y de ahí que empezásemos a valorar vinos de finca, altitudes, orientaciones, tipos de suelo y variedades. Y todo eso con elaboraciones de bodega porque al final es el viñedo el que nos ha llevado a hacer 26 referencias de vinos que, aunque no se hacen todas todos los años, forman parte de nuestra locura, de nuestra idea de elaborar vinos muy particulares. Por eso cada año nos proponemos el reto de hacer algún producto nuevo.
¿Y cuál es el reto de este año?
El reto de la añada 2022 es elaborar un Godello con la piel y que esté amparado por la D.O. Ribera Sacra. No queremos que sea una idea friki, sino elaborar un vino tradicional pero con ese saborcito a piel de naranja que pueden tener este tipo de vinos, pero que técnicamente esté correcto para que la Denominación de Origen nos permita elaborarlo. También estamos haciendo pruebas de elaboraciones en barro y también alguna otra cosa más siempre en función de ese viñedo de 16 hectáreas que seguimos ampliando todos los años un poquito.
Habla de este proyecto en plural, ¿quién está detrás de Adega Vella?
Hablo en plural porque la idea siempre fue la de montar una bodega familiar. Mi mujer, que era administrativa una empresa, también dejó su trabajo para apoyar este proyecto que desde que empezó no ha dejado de crecer. También está con nosotros Iago, que ahora tiene 23 años, y que además de mi hijo es mi compañero, somos dos colegas que no paramos de aprender uno de otro. Esa complicidad nos permite hacer cosas cada vez más originales. Y en ese plural también están incluidas otras personas que somos las que estamos todo el año en el viñedo porque que sin todos nosotros no sería posible esto. Algunos no son de la familia, pero como si lo fueran. Para mí es muy importante pensar en equipo, tener en cuenta al grupo que conformamos el núcleo de esta empresa.
A lo largo de estos años, sus vinos han llevado importantes reconocimientos. ¿Les han ayudado estos premios a vender más?
Siempre ayudan, el vino que haya recibido un premio, sobre todo si éste es importante, te va a volar de las manos. De todas formas, yo creo que los premios te ayudan sobre todo a reafirmarte, a confirmar que estás yendo en la dirección correcta, te animan a seguir trabajando y a intentar mejorar para alcanzar la excelencia. Esos días que recibes el premio, las rodillas parece que te duelen menos, es una gran satisfacción.
Una vez que tuvo claro que su futuro profesional estaba en la viña, se formó de alguna forma para esta labor
En esta bodega estamos en permanente formación, siempre quedan cosas por aprender y también creo mucho en el intercambio de ideas, de información con los colegas, no sólo de esta Denominación de Origen sino también de Rías Baixas, del Ribeiro, de Valdeorras… porque, aunque seamos competencia, no nos vemos de esa forma. Ese intercambio de experiencias es un gran aprendizaje en el día a día.
¿En qué zona de Ribeira Sacra tienen esas 16 hectáreas que trabajan?
Estamos en la Ribera del Sil, en Aveleda, prácticamente casi todo el viñedo. Y después trabajamos dos hectáreas y media en A Pobra do Brollón, en Vilachá do Salvador, que es como se llama la zona.
¿Se ha notado en esa zona el auge de turismo del vino?
Sí, por supuesto, se ha notado bastante. Esta zona cada vez es más conocida, los críticos nos han ayudado mucho a divulgar las bondades de esta denominación de origen entre los amantes del vino. Y nosotros tenemos que aprovechar ese empuje. El patrimonio que tenemos en Ribeira Sacra es maravilloso y debemos mantenerlo. El boca a boca de la gente con nuestros vinos también es algo que se agradece y se nota mucha en las ventas.
¿Pero no es muy duro practicar la viticultura en una zona como esta?
Es duro, pero al mismo tiempo es apasionante. Además, esa zona trasmite después todas las características que hacen que los vinos sean tan diferentes al resto. Son vinos frescos, muy fáciles de beber, a pesar de esos 14’5º de alcohol.