Informaciones y opiniones en los últimos tiempos apuntan a una crisis del vino. En particular a una crisis de los tintos. El diagnóstico se acompaña de recomendaciones que, en el caso de los vinos gallegos, llaman a un repliegue a la producción de blancos, a hacer caso de “quién sabe” para reducir la producción total y a dar la bienvenida a nuevas inversiones de grandes grupos procedentes de otras zonas. Lo cierto es que las consecuencias de la pandemia y la guerra en Ucrania crearon un escenario inestable, de grandes oscilaciones económicas e incertidumbre. Repasemos algunos parámetros que afectan a la evolución del sector para sacar nuestras propias conclusiones.
Sobre la foto fija del consumo
Todo el sector del vino es conocedor de un histórico descenso cronificado del consumo, que todavía hoy marca la inercia de los discursos. Sin embargo, realmente, el consumo de vino en el conjunto del estado español llegó mejorado a la pandemia de 2020 en un claro cambio de tendencia por primera vez en muchos años. Volvía a crecer de manera sostenida. No es que se consumiese cada vez menos en total, pero aumentasen los vinos con DO, los espumosos o los blancos. No, no. Volvía a crecer, insisto, el consumo de vino, en un histórico cambio de tendencia. En septiembre de 2019 había aumentado un 7,2% en tasa interanual, tras 7 años de estabilidad desde el 2011. “El vino vuelve a estar de moda”, se decía con datos de eco limitado.
La pandemia lo para durante 2020. Fundamentalmente por la drástica y conocida reducción en la hostelería, que no es compensada por el incremento que el confinamiento provoca en el canal de alimentación. El año 2021 aporta una clara recuperación, y cuando parecía que se iba a consolidar, la fuerte inflacción lleva a un nuevo descenso en el 2022. Esa caída se frena y se estabiliza en el inicio del actual 2023. Las cifras de consumo mensual de enero de 2023 son inferiores todavía a las de enero de 2022, previas a los peores efectos de la inflacción, pero son superiores a las de enero de 2021, bajo los efectos de la pandemia, según los datos del INFOVI recogidos por el Observatorio Español del Mercado del Vino.
Nielsen IQ contabiliza un incremento de ventas en Hostelería y Alimentación en los últimos 12 meses a enero de 2023, de +1,6% en volumen y de +11,8% en valor, debido este último incremento a los efectos de la inflacción pero también a la creciente preferencia de consumo hacia vinos de mayor valor añadido, que representaría un +5,6% descontando la presión inflaccionaria para calcular el valor deflactado. Tanto en volumen como en valor, esta recuperación de terreno corresponde a la hostelería.
Venimos de una tendencia al alza, golpeada por problemas a los que sucede la recuperación. La nota dominante actual sería la estabilidad en el consumo. Y el futuro no lo conoce nadie. Los datos no permiten sostener un discurso momificado de caída libre permanente. ¿Interesa a alguien sostenerlo?
Al consumo mundial afectan igualmente la pandemia y el aumento de precios (guerra en Ucrania, crisis energética e interrupciones en las cadenas de suministros), con la diferencia de que ya arrastraba una caída anterior atribuída principalmente a la disminución del consumo en China. En 2021 se produce una recuperación seguida de una reducción total del 1% en 2022, con heterogeneidad entre distintos estados. Estados Unidos, por ejemplificar con el mayor consumidor mundial de vino, lo incrementa en 2022 un 3% y ahora ya ha vuelto a sus niveles prepandemia.
Retrato del comercio internacional
La Dirección General de Agricultura y Desarrollo Rural de la Comisión Europea define para la totalidad del estado español una línea discontinua de crecimiento anual de las exportaciones en volumen desde el año 2001. La añada 22-23 registra una leve caída después de dos años de pico de subida, pero se mantiene elevada. En cuanto al valor de las exportaciones, refleja una línea sostenida de crecimiento anual desde el mismo 2001. La añada 22-23 registra una bajada respecto al pico de subida del periodo 20-22 postpandemia, pero se mantiene elevada. Hablamos de más de dos décadas de crecimiento de las exportaciones estatales en volumen y valor, con oscilaciones temporales.
En 2022 las exportaciones alcanzaron su máximo histórico en términos de valor, con un incremento del 3,5% respecto a 2021. Disminuyeron en volumen un -11,9% comparado con un 2021 de récord y se incrementó el precio medio un 17,4% para llegar a un modesto 1,25 €/l [AEAT/OEMV]. La crisis inflaccionista frustra de nuevo la consolidación del crecimiento de 2021, pero su tendencia negativa parece suavizarse a final de año.
El mercado mundial de exportación de vino obtuvo cifras historicamente altas en 2021, a las que siguieron una caída del 5% en volumen en 2022 acompañada de un máximo histórico en valor.
A todos los efectos, debemos tener en cuenta que un incremento de valor comercial en un contexto de elevado incremento de costes, no podemos traducirlo mecánica y universalmente a rentabilidad. Facturando más, se puede ganar menos.
Tendencias consolidadas de consumo
Sabemos que el mercado del vino evoluciona hacia el valor más que hacia grandes incrementos de volumen. Las personas consumidoras también beben menos y mejor, menos cantidad y con mayor valor añadido.
Forma parte de las informaciones sobre el sector desde hace años la tendencia a la “suavidad” de los vinos en las preferencias de consumo. La incorporación de nuevas y nuevos consumidores que buscan perfiles más fáciles de beber y de disfrutar. Dos elementos están claros: menos alcohol y menos maderización. Podríamos añadir menos extracción. Es conocido el incremento en el consumo de espumosos (con desplome en la pandemia), de vinos aromatizados y derivados de vino, de blancos, más modestamente de rosados, … Ganan posiciones.
Sabemos que los espumosos crecen en volumen (+1,8%) y en valor (+8,5%), y los que más crecen son los vinos tranquilos DOP (+3,4% y +13,7% respectivamente). En volumen y en valor de consumo.
Los tintos siguen siendo los más consumidos. Preferidos por consumidores y consumidoras más habituales y con mayor preferencia por el vino. Pero ese mismo camino es probable que lo transiten quienes superen la iniciación con más afición. En el Informe de Consumo Alimentario en España de 2022, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación constata el liderazgo de los tintos en los hogares (sólo canal alimentación) con un 69,4% del valor y el 66,1% del volumen entre los vinos tranquilos, frente a 27,5% y 29,2% de los blancos. Para los rosados: valor 3,1% y volumen 4,7%. El avance de una nueva red social creando novedosas tendencias en determinados grupos sociales, no lo debemos perder de vista en una estrategia de comunicación, pero tampoco que facebook (ahora meta) sigue invicta pulverizando en número de usuarios a nivel mundial a todas ellas. ¿Os suena?
Zonas hegemónicas de tintos convencionales
El marco presente está interferido por las consecuencias de una pandemia y de una crisis inflaccionista, que provocaron oscilaciones a la baja e incertidumbre en la evolución de la situación internacional. Procedemos de tendencias generales buenas y parece existir una ágil capacidad de recuperación de las caídas. ¿Pero de dónde proceden las alarmas? Pues en nuestro ámbito de influencia más cercano, fundamentalmente de Rioja y ecos de Burdeos. Con gran incidencia informativa y proclividad a la generalización. Son producciones con una presencia ya muy dimensionada en los mercados y con un perfil dominante de vinos -grosso modo- poco ajustados a las nuevas tendencias de consumo. Por tanto con dificultades de crecimiento ya anteriores a la pandemia y víctimas como cualquiera de los vaivenes de estos años. Desde una posición de predominio, claro está.
La controversia estaría en aclarar si lo que Rioja quiere hacer (reducción de cepas y producción…) lo debemos hacer los demás. Y para eso antes conviene saber si padecemos de lo mismo.
Siempre desde una posición de fortaleza en el mercado, Rioja padece desde hace años un importante desajuste entre producción y ventas que lleva a una acumulación preocupante de excedentes en las bodegas. El problema es anterior a la pandemia y, logicamente, esa crisis y la inflacción no sólo no han ayudado a resolverlo sinó que lo han agravado. Tampoco ayuda el hecho de que sea incapaz desde hace tiempo de incrementar ya sus ventas. Y la situación tiene incidencia directa negativa en el precio de la uva y el vino.
En el año 2022 Rioja fue la comunidad que más bajó en el valor de sus exportaciones, con una caída de -11,3 millones de €, un -3,5%, desplazándose al cuarto puesto en el ranking con su peor dato de los últimos 10 años. La leve subida en las ventas estatales que exhibe su consejo regulador no logró evitar un nuevo descenso en ventas totales.
Los vinos gallegos obtuvieron, en este mismo último año, un récord en la facturación de sus exportaciones, 59 millones de euros (+1,8%), a un precio medio un 15,5% superior. Hoy el precio medio de los vinos gallegos en exportación es de 3,29 €/l, el de Rioja 3,22 €/l.
Por supuesto, la comparación carece de intención jactanciosa o de arengar a David en un combate contra Goliat. La conclusión sería llamar a evitar la generalización a partir de las pulsaciones de una zona vitivinícola por importante y referencial que sea, y sobre todo a elaborar análisis propios y específicos para tomar decisiones.
Hoy grandes grupos de Rioja y otras zonas que reducen su producción de origen, invierten, compran y plantan en Galicia. Por algo será. Y por cierto, lo hacen sin despreciar sus tintos. Quizás no exista propiamente una crisis de tintos, más allá de las nuevas tendencias de consumo que comentamos, y sí tengan problemas, que no deberíamos universalizar, los Rioja.
En los referidos datos de exportación de 2022 [AEAT/OEMV] la provincia de Lugo es la única gallega que incrementa su volumen de litros en exportación (+11,9%). Incrementa también su valor un +25,8% y el precio medio por litro un +12,5%. En ausencia de grandes distorsiones, estos datos nos deberían informar principalmente sobre Ribeira Sacra, la única DO gallega que produce más tintos que blancos.
Un camino propio para los vinos gallegos
Los vinos gallegos tienen buena evolución comercial y un evidente potencial por desarrollar en todos los mercados. Desde los tintos en su propio mercado interno, a todos ellos en los mercados estatal e internacionales.
La producción de tintos de valor añadido contribuirá sin duda a la reputación de marca de esta zona vitivinícola a nivel internacional. Más cuando contamos con un perfil de tintos diferenciado y muy competitivo en las nuevas tendencias.
Existe ya consenso “intelectual” pero desidia para desplegar en la práctica su promoción conjunta y con personalidad de territorio vitivinícola histórico singular. Es evidente en ese sentido que Galicia es equivalente a Burdeos, Borgoña, Piamonte o Toscana, una tierra de vinos peculiar y diferenciada, más allá de la gran diversidad de vinos, denominaciones e indicaciones que albergue en su seno y de que integre un estado con más zonas de vino, como acontece también a aquellas en Francia e Italia. La proyección no puede quedar condicionada, limitada, por la “marca España”.
Actualizar estrategias desde el análisis propio, no desde la emulación, contando con la realidad diversa del sector, e impulsar el apoyo a la comercialización son tareas más urgentes que poner las barbas a remojo. El vecino en este caso además es competidor. Los proyectos autóctonos vinculados al territorio son esenciales para un sector como el del vino y para un país. Preservar los que quieran continuar debería llevarnos a articular medidas de apoyo empresarial y financiero a los proyectos gallegos del sector con buenas perspectivas comerciales pero dificultades para la continuidad. Coger el cheque y vender, mejor como última que como única alternativa.
Es conocido que la producción gallega de vino fue historicamente muy superior a la actual. Y es evidente que el futuro está en la calidad y en los mercados con demanda de valor añadido, no en la obsesión por la cantidad. Pero introducir debates sobre la reducción de producción por pura emulación no debe ser el camino. El camino debe ser la calidad y la rentabilidad. De hecho existen ya proyectos con buena evolución en ventas y precios que se ven limitados en volumen para obtener una aceptable rentabilidad empresarial que garantice la continuidad. Está pasando en las indicaciones geográficas protegidas. En esos casos, solucionar la disponibilidad de tierras y las autorizaciones de plantación es esencial. ¡Que bien vendrían ahora 15 años con Banco de Terras! ¿Eh?
Manos a la obra. El futuro vendrá con buenas o con malas noticias, o con ambas en distintas proporciones, pero existe una buena trayectoria y un notable potencial.
* Martiño Santos Canosa es sumiller y socio de VIDE, VIDE! Espazo Enocultural en Santiago de Compostela. Coautor del libro A nación dos mil viños, edicións Laiovento, 2022.