La variedad monastrell lleva siglos plantándose en Alicante siendo un ingrediente fundamental de la fama de estos vinos en el mundo. Hoy sigue siendo casi el 75% de la producción de nuestras 10.000 hectáreas de viñedo y con ella se realizan la mayoría de los vinos tintos, rosados, vinos de licor o incluso el Fondillón que atesoramos en la denominación de origen.
Como en el artículo que hemos pedido a Félix Cabello, secretario del Imidra donde se encuentra la estación de variedades de El Encín, representa la sexta variedad española y su origen está asociado a toda la zona levantina, con especial relevancia, adaptación y superviviencia en este reservorio del sur de Alicante y comarcas murcianas.
Su adaptación al terruño es extremadamente peculiar. Este terruño formado por un suelo extremo, calcáreo y pobre y a un clima seco pero con presencia de influencias marítimas. Ese mar que se extiende con corrientes variables por las comarcas interiores de Alicante y que es clave en la configuración de la maduración de su toque frutal. Es ese toque uno de los elementos que mejor se ha intentado regular en los últimos años para sacarla a flote toda su expresión y proporcionar una experiencia más placentera y un nuevo perfil de los Vinos Alicante DOP. Y un equilibrio que supone además todo un reto enológico en los próximos años, con los cambios climáticos y la desaparición del viñedo antiguo y de secano, tan particular de la zona.
Un objetivo del sector pues que es aumentar aún más si cabe su versatilidad y su expresión.
Pero sin duda alguna el reto que tiene la variedad hoy en día es su reconocimiento popular y su importancia medioambiental y cultural en la región. Hoy hay muchas otras variedades que se han puesto de moda o que el público conoce por la presión y promoción de muchas otras zonas. Y es loable el auge del verdejo, el godello o las garnachas para convivir con el tempranillo nacional. O la tendencia en buscar variedades o cambiarles nombres o buscar adaptaciones concretas. Pero en esta carrera, la monastrell sigue ahí significando un patrimonio único en el mundo nacido aquí mismo, como el mismo arroz, o las fiestas de moros y cristianos, Hogueras o Fallas. Con una importancia medioambiental clave por su regulación de agua y oxígeno. Configurando las comarcas de esta zona a nivel paisaje y tradición de bodegas y vinos. Configurando incluso las estaciones (desnuda en invierno, llena de verde en verano). Y aportando la peculiaridad de los vinos que con ella se elaboran y, desde ellos, esta expresión del carácter que somos: levantinos, algo secos, pero alegres.
Todo esto mientras que hay gente que no sabe lo que es la monastrell en Alicante. Le suena, pero no sabe que es una uva; o no distingue si es de mesa o de vino. O donde se encuentra o todos los significados que acarrera. Sin duda es labor del consejo regulador fomentar este conocimiento y por eso hemos constituido incluso este Día de la Monastrell y vamos a ir a colegios a contarla o la transformamos en expresión literaria, reivindicación del territorio, promoción de sus vinos específicos, etc.
Pero solo por nuestra cuenta es difícil y es labor de todos darla a conocer más, respetarla y entenderla para ir queriéndola cada día más y protegerla con el valor social y cultural que tiene. No como algo abstracto, sino como un ser vivo, con sus raíces, su tronco retorcido, sus hojas y su fruta que consiguen conectar nuestro pasado, nuestro presente y quizás un futuro para todos los ciudadanos de este territorio frágil.