2022, la revolución remató, la transición dió paso a una nueva era del vino galaico.
Los desvelos pasados, los dogmas de los academicistas, las fobias de los técnicos, las reticencias de los acomplejados, las cohortes de la reacción… todo quedo atrás, menos los capeos a la burocracia homicida.
Desde el cultivo de la vitis, fase superior del vino y su origen: el sol y las nubes, el suelo y nuestras manos.
Desde las cumbres que abrazan el albor hasta los arenales que adoran el horizonte del solpor oceánico, células de pasión acarician la tierra con la perseverancia claustral de un eremita, con la fe de un navegante y la esperanza de un condenado a muerte.
Desde la conciencia de un kamikaze, los pequeños viticultores marmuran: “todo es inútil y hay que tener el valor de no usar pretextos” (Juan Carlos Onetti)
Porque las bajas que origina toda vanguardia nadie las cuenta, no entran en los balances finales.
Nos consolamos con que ya nadie escucha a los irritados oráculos de lo que es el bien y lo que el mal
2022, si desnudos de prejuicios observamos el mapa vitícola galaico sin la presencia de los territorios amparados por ixps, observaríamos sus carencias, saltaría a la vista su imperfección.
Estos territorios aportan esa longitud en boca de los grandes vinos, longitud y persistencia de la que carecen los vinos mediocres, Galicia, que la tiene, es por ello un gran país de territorios, y lo será de vinos, porque estos terroirs multiplican su potencial.
Además, en esta espiral climática que tambalea las zonas que tranquilamente gozaban asoladas, las ixps equilibran la cara más atlántica, el Atlántico oceánico, frente a la irremediable deriva hacia otros climats de muchas zonas.
Por esto son indispensables para mantener en el imaginario y en el gusto del bebedor la imagen de Galicia como representante del atlantismo vitícola. El mar como un valor.
Porque “el futuro es el mar“(Angel León “A Poniente”) y las penínsulas atlánticas entrerías son su expresión más evidente, frente a zonas que tendrán que reinventarse para recuperar su origen más o menos perdido.
Muchas de las grandes reg iones vitivinícolas del mundo han sido mar, y guardan y hacen alarde de esta señal de identidad como un tesoro de gran valor. Todas ellas dibujan un paisaje singular, lleno de belleza, con personalidad propia y diferenciada, con variedades originadas en su propio territorio.
La Galicia vitivinícola de las denominaciones de origen se articula a través de sus ríos con sus diferentes valles y riberas, multiplicadas cada una de ellas por laderas y encostas con diferentes alturas y orientaciones y su innumerable riqueza varietal. Miño y Sil con sus debedores: Avia, Cabe, Arnoia, Bibei… o el Támega, el Ulla…
Pero como decía al comienzo de este alegato el potencial vitícola galaico llega más allá:
donde se asoman las viñas ribeiranas del mar, donde el Mandeo integra historia, identidad varietal y climática, donde el valle del Navia conserva un terroir milagreiro, último baluarte de la cuenca cantábrica, donde los vestigios rupestres y de semillas halladas nos cuentan la antigüedad milenaria de la vitis en el val do Miño, entre O Ribeiro e as Ribeiras Sacras oficias, o donde, entre el Xurés y el Limia, hay viñas que suplican por su lugar en este mapa.
En Galicia el viñedo se extendía por todos los recunchos del País donde las condiciones climáticas permitieran minimamente su maduración. Una enorme extensión pero con menores rendimientos que los actuales. Su máxima expansión se alcanzó a comienzos del siglo XVIII. Esa era la Galicia del vino, una mancha verde que se ensanchaba por los cuatro puntos cardinales con una superficie inimaginable actualmente.
La perdida de mercados exteriores, las crisis de los precios, los nuevos cultivos venidos de América, la desamortización de los monasterios, van llevando a una lenta disminución de la superficie vitícola que las siguientes crisis acelerarán, como las plagas que desde América traen la filoxera, el oidio o el mildiu, por las que llegan a desaparecer zonas enteras como las mariñas cantábricas.
Más adelante se reestructura el viñedo con variedades foráneas e híbridos así como con una viticultura más productivista: fertilizantes, mecanización, creación de las cámara agrarias…
Si, el viñedo se extendía por toda Galicia, entre este punto y el de la Galicia oficial de las cinco denominaciones de origen hay un equilibrio, aún no definitivo, que establecen las cuatro, ya casi cinco, indicaciones geográficas protegidas, conformando de esta manera un entramado vitivinícola más acorde con la verdadera potencialidad del País.
Estas ixps se encuentran más cerca de la viticultura tradicional, con pinceladas ancestrales, de la que otros territorios se tienen alejado. También podrían aportar los espacios de mayor libertad y experimentación que demandan los nuevos viticultores y consumidores y no reproducir los errores de las denominaciones de origen.
En fin Galicia es un viaje emocionante alrededor del vino del que no sobra ningún territorio, ladera o valle. Viaje reflejado de una manera aún no superada por Alvaro Cunqueiro en el capítulo dedicado a los vinos de su libro “A cociña galega”Un periplo que se recrea en el gusto de los vinos que en aquel momento latían en las cuncas. Un recorrido en su expresión más borgoñona, aquella que refleja las unidades de producción vitícola más auténticas, fruto de la experiencia de generaciones de viticultores con sus territorios, una organización vitícola sin reparar en otras delimitaciones políticas que no sean las de los diferentes lugares de parroquias, de valles, villas o riberas. De seguir el milenario cientifismo monástico borgoñon seguramente tendríamos varias centenas de apellations, con la subsiguiente distinción de los terroirs más excelsos, pero el tiempo y las coyunturas políticas y sociales fueron conformando el mapa actual que regula la comercialización del vino gallego: cinco d.o. y cinco i.x.p. Si en Galicia se hubiera organizado este mapa vitícola de distinta manera otras lineas y colores la trazarían, yo ya hice la prueba y la experiencia y el borrador diseñado emocionan.
Antonio Portela