El patrimonio del vino medieval: granjas y bodegas en el ribeiro

Xosé L. Sobrado Pérez. C. E. Chamoso Lamas

A lo largo del periodo medieval, la comarca del Ribeiro es, con mucha diferencia, el territorio vitícola más importante de Galicia. Los más notables estamentos religiosos, así como otros laicos e incluso el propio poder regio de ese periodo están presentes activamente en esta próspera región, tal y como queda evidenciado en la numerosa documentación llegada a nuestros días y que pone de manifiesto el poderío que el mundo del vino tiene en aquella sociedad medieval.

De esta manera, especialmente los monasterios, cabildos catedralicios y órdenes militares mantienen su presencia desde los siglos del período final del alto Medievo, explotando intensamente el territorio y dejando su huella en forma de un rico y variado repertorio patrimonial, desarrollando una singular cultura relacionadas con la explotación del viñedo y generando unas manifestaciones arquitectónicas exclusivas: monasterios próximos como el de Melón, San Clodio, Oseira, Santo Domingo, Lobás o las encomiendas de Beade y Pazos de Arenteiro junto con los foráneos de San Paio y San Martiño de Santiago, los de Carboeiro, Acibeiro, Sobrado, San Xusto de Toxos Outos y los cabildos catedralicios de Ourense y Santiago, dejaron sus señas, manifestadas en el arte de sus iglesias y dentro del mundo del vino en sus bodegas, prioratos y granjas monásticas erigidas como joyas arquitectónicas conservadas durante siglos y que, ahora, se presentan como un recurso y un reclamo único dentro de la historia del mundo del vino, no solo en Galicia sino también a nivel de la Península Ibérica. Estas arquitecturas relacionadas con la explotación del vino en el Ribeiro en los siglos medievales, son una muestra única dentro de la Península, localizando en estos momentos –aún en fase de inventario- mas de cuarenta ejemplares correspondientes a los siglos XIII al XVI solo a lo que se refiere a la cuenca del Avía.

El vino es el elemento fundamental de este territorio. Históricamente, fue y sigue siendo la piedra angular y argumental sobre la que se asienta la vida de sus habitantes que a lo largo de los siglos permitió desarrollar una cultura diferenciada que se manifiesta en el material y lo inmaterial, cuestiones a abordará el Museo do Viño de Galicia que próximamente será inaugurado en la vieja rectoral de Santo André de Campo Redondo, magistral muestra del poderío eclesiástico levantada por el monasterio de San Martiño Pinario de Santiago, vinculado a esta actividad vinícola y situada al pie del paso de uno de los numerosos caminos que desde la Edad Media y durante siglos sirvió de hilo conductor para arrieros y caminantes que desde el Ribeiro iban hacia Compostela, Pontevedra, A Coruña y otros lugares llevando con ellos sus preciados vinos, base económica de una sociedad agraria que, como ya indicamos, tuvo y tiene un referente en esta actividad vitivinícola.

 

GRANJAS Y BODEGAS: TESTIGOS DE UN PASADO ÚNICO

Las granjas son espacios ideados y creados por los monjes cistercienses para su aprovechamiento directo de las tierras próximas a ellas y, también, para la percepción de las rentas procedentes de los arrendamientos o aforamientos. Son el motor de la economía monástica, de manera especial aquellos lugares que se encuentran mas apartados de los propios monasterios, actuando de esta manera como autenticas unidades autónomas territoriales en la gestión y en el control de su patrimonio. Al frente de ellas el monasterio coloca la figura del granjero, unas veces fraile y otras un simple converso al que se le encargan entre otras misiones, las de organizar el trabajo en la granja, hacer compras, vender o aforar tierras pero siempre con el consentimiento del abad. También las de dar cuentas y administrar económicamente las propiedades monásticas así como enviar al monasterio el producto de las rentas o, también, dar permiso para la vendimia, ejerciendo el control de la misma en cuestiones como las que se refieren a las fecha y a los pagos que se derivan de loa mismas, estando ayudado en ocasiones por otros frailes-épocas de mas trabajo como la vendimia-y, para los trabajos de explotación directa, cuenta con los servicios de personas y jornal al que su contrato de foro se comprometen a servir durante ciertos días del año en estas labores, los llamados serviciales. Los llamados mayordomos completan en la ayuda de las funciones encomendadas, especialmente en las que se refieren a las vendimiad y a su control.

En este singular apartado donde la historia, el arte y el vino convergen, las granja monásticas de Partovia, Outeiro; Osebe, A Groba y, en especial, la de Gomariz son muestras excepcionales, por no decir únicas.

El caso de esta última de Gomáriz, construida al más puro estilo románico de la época  que conserva aún en la actualidad en su interior los diversos lagares y demás útiles necesarios para el fin con el que fue construida siendo, posiblemente, la más antigua conservada en España. Rodeada de viñedos, como seguramente estaría en su inicio, cuenta con una puerta de acceso conformada con un imponente arco de medio punto -hoy cegado- que da paso a una nave rectangular de una considerable altura, con orientación Norte-Sur, y que remata, a semejanza de las iglesias contemporáneas a su construcción, en unos canecillos situados por debajo del tejado a dos aguas.

Se trata de un ejemplar grandioso tanto físicamente como arquitectónicamente, con una monumentalidad y unas formas exquisitas en su fábrica, llevada y ejecutada por los monjes del monasterio de Sobrado hasta su desamortización a mediados del siglo XIX. Desde el punto de vista histórico decir que como granjero aparece citado un monje en los primeros años de su andadura, concretamente en el año 1206, con el nombre de fray Pedro Abatino“Fraile de San Justo y granjero de Gomariz”, quien además ejercerá las funciones de comprador y aforador de numerosas propiedades, misión que seguirán sus sucesores. En este mismo periodo aparecen también referenciados ejerciendo similares funciones diversos conversos tales como Pedro Yáñez, Meunio o Pedro Díaz, Desde finales del periodo altomedieval, los monasterios de Sobrado y Toxos Outos están presentes en esta parroquia.

Un segundo ejemplo de este tipo de edificaciones de estructura románica es la Granxa de Partovia, fundada por los monjes de Oseira en esta parroquia donde este cenobio tiene una importante presencia desde el siglo XII. Tiene una funcionalidad semejante a la de Gomariz y unas características constructivas similares pero con unas diferentes proporciones ya que en este caso son de menor porte y monumentalidad. Fue modificada a lo largo de los siglos para ser convertida en rectoral pero manteniendo siempre en su parte baja los lagares y demás accesorios destinados a la elaboración y conservación del vino.

Pero además de estos singulares ejemplos, otras bodegas históricas de menor porte, que no importancia, y de diversas tipologías constructivas son numerosas en los paisajes del Ribeiro, localizando un importante catálogo de ejemplares que presentan unas variedades artísticas y funcionales diversas en las que queda patente, además de un poderío económico importante para ejecutarlas técnicamente, un gusto por las formas exquisitas que se manifiesta de manera especial en sus puertas y ventanas donde alternan los arcos de medio punto y apuntalados con formas conopiales, esculturas y otras manifestaciones artísticas, no descuidando la funcionalidad con que nacieron conservando también los lagares y demás complementos propios de este tipo de  construcciones. 

La aparición a comienzos de la Edad Moderna de una nobleza laica muy importante, dejó su impronta en la propia villa de Rivadavia con su extraordinario legado monumental conservado en un casco histórico excepcional, A esto habría que añadir dentro de esta descomunal tesoro patrimonial, las numerosas iglesias -románicas y barrocas-, los monasterios, capillas, puentes medievales de San Clodio y A Veronza y los numerosos pazos y casonas levantados como testigos de un esplendor y de una riqueza forjada con el vino a lo largo de la historia por la numerosa hidalguía rentista local y foránea, que se convierte en heredera de una parte importante de ese legado terreo y cultural del vino dejado por las instituciones religiosas que, obligadas por las circunstancias, van a transformar sus viejos dominios en importantes prioratos con unas extraordinarias manifestaciones constructivas a analizar en un futuro.