Entrevista con Alfonso Ribas, coordinador de proyectos de la Fundación Juana de Vega

«Hay cierto consenso en crear una marca paraguas para todos los vinos de Galicia»

Cuando le hicimos esta entrevista a Alfonso Ribas, coordinador de proyectos relacionados con el vino de la Fundación Juana de Vega, no teníamos ni idea de que semanas después un virus nos confinaría durante meses en casa. En nuestra conversación los principales problemas a los que se enfrentaba el sector estaban relacionados con la subida de aranceles en Estados Unidos o con el Brexit, nada que ver con una crisis sanitaria como la que estamos viviendo. Por ello, le pedimos el asesor de la Fundación Juana de Vega actualizar algunas de sus respuestas, a lo que amablemente accedió. Así que la entrevista que pueden leer a continuación habla de COVID 19, pero también trata un tema no exento de controversia entre las denominaciones de origen gallegas: la posibilidad de que se cree una marca paraguas para vender nuestros vinos en el exterior. Al parecer esta opción está cada día más cerca.

 

Hábleme un poco de la Fundación Juana de Vega y de su vínculo con el sector del vino de Galicia

La Fundación la crea Juana de Vega a finales del siglo XIX, una persona liberal, preocupada por los problemas de su tiempo, entre los que estaba la formación de la gente del campo. La familia de Juana de Vega había hecho dinero en Cuba y ella estaba casada con Espoz y Mina, un general, héroe de la Guerra de la Independencia. Eran personas acomodadas que no tuvieron descendencia y al final de su vida, Dª Juana decidió dejar su dinero para crear una escuela de formación teórico-práctica en agricultura en San Pedro de Nos, en Oleiros, orientada a toda la provincia de A Coruña. La Fundación Juana de Vega se nutre de este patrimonio que ha ido gestionándose e incrementándose a lo largo de los años. En los últimos decenios se impulsaron de manera destacada las actividades de la Fundación destinadas a promover el desarrollo rural. El fin inicial, el de la escuela, quedó cubierto en su momento con los centros públicos y privados, así que la Fundación ha intentado destinar sus recursos a aquellas actividades que considera más útiles en cada momento, atendiendo a las necesidades del sector agroalimentario y forestal en particular y del medio rural en general.

¿Cuándo empezaron a colaborar en proyectos relacionados con el mundo del vino?

Hace unos 15 años se inició una colaboración con un proyecto muy interesante sobre la recuperación de las variedades tradicionales del vino de Betanzos. Allí hay dos variedades que son el Blanco Legítimo y el Agudelo (chenin blanc), la primera es una uva autóctona de la zona Noroeste de España y la segunda, es una variedad francesa que se utiliza mucho en el Loira y en otras zonas del país galo. Con esa labor y el objetivo de promover el desarrollo local, trabajamos estrechamente con la Misión Biológica de Galicia y también con el Gobierno gallego para el registro de estas dos variedades y para obtener un mejor conocimiento de las mismas y apoyar su difusión en el entorno.

Hábleme de los cursos de viticultura y enología. ¿Quién puede disfrutar de ellos, a quién se dirigen?

Tenemos dos cursos de Viticultura y Enología que se imparten desde el año 2012, uno avanzado y otro básico, que se imparten en colaboración con el Centro de Formación y Experimentación Agroforestal de Guísamo, que tienen una bodega y un viñedo experimental. Ahí enseñamos a los alumnos, en su mayoría gallegos pero también de otras comunidades, todo lo relacionado con los tratamientos de la vid, con la poda, con todas las labores en el viñedo y con la elaboración del vino. En el curso Avanzado los alumnos, por parejas, tienen asignado un trozo de viñedo del que se ocupan durante todo el año, elaboran su propio vino, lo microvinifican, etc.  En muchos casos son gente que tiene viñedos y quiere mejorar su formación, profesionales relacionados con el mundo del vino que deciden empezar a elaborarlo, e incluso cada vez más profesionales del ámbito de la hostelería que quieren adquirir conocimientos en el campo de la viticultura.

En agosto del pasado año firmaron un convenio de colaboración con la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader), la Axencia de Turismo de Galicia y el Igape para llevar adelante la estrategia de dinamización económica, territorial y turística de las comarcas vitivinícolas de Galicia. ¿En qué consiste y qué papel juega la Fundación?

Desde la Xunta de Galicia se detectó la necesidad de aprovechar el tirón que tiene en determinadas comarcas la industria del vino, básicamente las relacionadas con las cinco Denominaciones de Origen gallegas y con las cuatro IGP (Identificación Geográfica Protegida ), para la promoción del enoturismo y el cuidado del paisaje, aprovechando, como decía, el vino como elemento tractor y dinamizador del territorio. En este sentido, la Fundación Juana de Vega desarrolla desde hace años una gran actividad relacionada con los temas paisajísticos, llegando a ser hoy en día un referente en ese ámbito.

Así que, una vez que la Xunta pone en marcha esa idea, a través de las Consellerías de Medio Rural, Economía e Industria y Cultura e Turismo, decide que sea la Fundación quien coordine este trabajo aprovechando su experiencia en el ámbito del paisajismo y su conocimiento de los sectores productivos del medio rural gallego. Se trata de desarrollar una estrategia a medio plazo con el objetivo de mejorar el posicionamiento de los vinos gallegos en su conjunto, reforzar su imagen de marca e identidad vinculada a los diversos territorios en los que se producen y mejorar la eficacia de la promoción y comercialización en conjunto de productos turísticos vinculados al sector vitivinícola.

En definitiva, lograr que el vino se consolide como motor de desarrollo para estas comarcas y que actúe como polo de atracción del enoturismo y de la enogastronomía, apoyándose en un paisaje extraordinario y diverso que debemos cuidar y poner en valor. Para ello es fundamental contar con la participación y la colaboración de todos los agentes implicados, bodegas, viticultores, sector turístico, administraciones, y en esto estamos trabajando. Sin duda, la atracción de turistas y el cuidado del territorio puede ayudar a vender mejor el vino fuera de Galicia; creando una marca territorial ligada al vino, a nivel de cada comarca y a nivel gallego.

¿Cuál es la hoja de ruta?

Tenemos en marcha varias mesas de trabajo en todas las comarcas, donde convocamos a hosteleros, asociaciones, instituciones, viticultores, bodegas y consejos reguladores. Junto a ellos desarrollamos el diagnóstico inicial de la situación en estos ámbitos de los que hablaba (paisajístico, turístico y de la industria de la comercialización y viticultura), y estamos en estos momentos trabajando con el sector en el establecimiento de los objetivos estratégicos, medidas y acciones que deben guiar el futuro de las comarcas vitivinícolas de Galicia. El objetivo es a partir de un diagnóstico muy profundo poder elaborar propuestas de valor concretas y ajustadas a la realidad de cada zona, de cada DOP y para el conjunto del sector del vino gallego.

¿Qué es lo que más preocupa?

Bueno, la preocupación principal a día de hoy es el cierre del canal Horeca por el Covid-19 al que el sector del vino gallego está muy expuesto y cómo acometer la próxima vendimia si las ventas no se recuperan en los próximos meses. En ese sentido desde la Fundación estamos trabajando en el marco de la estrategia y por encargo de la Consellería do Medio Rural en propuestas a corto plazo que permitan mejorar la capacidad financiera y de liquidez de las bodegas y mejorar las ventas en los canales que permanecen abiertos como son el de alimentación y el on-line. Las medidas pretenden ayudar a las bodegas para que lleguen en la mejores condiciones a la próxima vendimia y que el precio de la uva pagado a los viticultores se resienta lo menos posible.

¿Y el minifundismo gallego no es un problema?

Galicia tiene un sistema de minifundio ligado al viñedo que hay que ver como una riqueza y no tanto como un obstáculo. Debemos aprovechar lo que este sistema tiene de positivo, tanto para la elaboración de vinos diferenciados, como para la atracción del territorio de cara al turismo. Por ahí tenemos que trabajar.

¿Hay que apoyarlo o combatirlo?

Creo que es compatible tener un sector industrial potente -al que hay que apoyar porque es importante para el desarrollo de esta industria en Galicia-, con la protección de nuestra forma de producción tradicional, que es minifundista. Esto es algo que en muchas zonas vitícolas se ha conseguido poner en valor, vendiendo territorio y Galicia, en el ámbito del vino, también está sabiendo hacerlo. No se trata de luchar contra el minifundismo porque es una forma de propiedad que en el caso del vino permite que el desarrollo del sector se distribuya entre mucha gente, es decir, que muchos viticultores se repartan el beneficio de esta actividad, pero sin duda también tiene algunos inconvenientes importantes, sobre todo ligados al abandono rural y al desconocimiento de la propiedad que este acarrea.

¿Algún problema ligado a una denominación en concreto?

En el trabajo que realizamos detectamos problemas que son comunes a la mayoría de las denominaciones. Así por ejemplo, la falta de relevo generacional en la viticultura y el envejecimiento de la población son temas que preocupan mucho. También se ha detectado recurrentemente el problema del acceso a la tierra y las dificultades que hay en todo lo vinculado a la renovación del registro vitícola y el catastro, y la burocracia derivada de las exigencias administrativas de la actividad, tanto a nivel de bodega como de viticultor. En este sentido, debemos intentar agilizar determinados trámites para que sean más fáciles para los profesionales. Otro de los aspectos que se han señalado por parte de los implicados en las mesas de trabajo, es el tema ligado a la coordinación de las propias administraciones que trabajan en el territorio (ayuntamientos, consorcios de turismo, diputaciones, Xunta….), se echa de menos una línea común. Si bien, en la DOP Rías Baixas, con un mayor porcentaje de ventas en el mercado internacional, preocupan aspectos relacionados con los aranceles en EE.UU., el Brexit y por supuesto, el problema común derivado de la crisis sanitaria mundial.

¿En esas mesas de trabajo se ha hablado de la posibilidad de crear una marca paraguas para todos los vinos de Galicia?

Es uno de los objetivos principales de esta estrategia y dentro de las propuestas que hemos hecho en las mesas de los diferentes territorios se encuentra este tema. Hemos preguntado a todos los agentes de qué modo podemos desarrollar una marca paraguas que sirva para la venta del vino gallego, sobre todo fuera de España. Y creo que en esta cuestión hay un cierto consenso en todas las denominaciones de origen. Por lo que hemos hablado con ellos, todos se han mostrado a favor de explorar esa vía, si bien en unas zonas es más necesario que en otras por ser menos conocidas fuera de Galicia.

Pues sí que han cambiado las cosas porque al principio las denominaciones de origen parecían bastante reacias

Bueno, he dicho cierto consenso y también es cierto que no van a renunciar a hacer su propia promoción, ni se lo pedimos. No es incompatible que exista una marca Galicia que apoye la venta en el exterior del vino gallego y que habrá que consensuar con el sector, con que cada denominación pueda hacer sus eventos y tener su propia línea de promoción. Y creo que esa es la línea en la que debemos trabajar, debemos unir esfuerzos para ser más eficaces en la promoción y en la comercialización de los vinos gallegos aprovechando las sinergias existentes.

¿Cómo eligen los proyectos en los que participan, cómo funciona ese proceso en la Fundación?

No tenemos una convocatoria abierta de proyectos, no estamos en esa línea, sino que las propuestas nos van llegando a través de nuestras relaciones con el sector. Y en función de los recursos, vamos intentando encajar aquellos que nos parecen más prioritarios. Ahora mismo estamos trabajando en un proyecto muy interesante de recuperación de variedades autóctonas y tocamos muchos ámbitos: agrícola-ganadero, forestal y del vino. En la parte del vino, que hacemos con la Evega, estamos financiando la recuperación de tres variedades: Albilla do Avia, en el Ribeiro; Zamarrica, en Monterrei, y Safardán, que es la antigua Tinta Oubiña, una variedad que estaba en el Pazo de Fefiñanes, en Rías Baixas. Y en ese trabajo, tal y como hicimos en su día en Betanzos, la Fundación pone muchos recursos para intentar darle una mayor paleta de colores a los viticultores, a las bodegas para que puedan sacar vinos diferenciados. Esta investigación también es importante por el cambio climático, de cara a poder contar con un mayor número de variedades que nos puedan ser útiles en un futuro.

¿Algún proyecto que incluya alguna denominación de fuera de Galicia?

Estamos trabajando desde hace varios años en un grupo operativo en el que participan bodegas de la DOP Ribeiro con el objetivo de testar a nivel industrial el uso de levaduras autóctonas para ver cómo afectan a los vinos y que elementos de diferenciación pueden introducir con respecto a las levaduras comerciales.